Menú
Javier Ruiz Portella

¡El pregón en español!

A punto estuvieron de desmoronarse los venerables y hermosísimos muros góticos del Ayuntamiento de Barcelona. En su Saló de Cent se pronunciaba el tradicional pregón de las Fiestas de Nuestra Señora de la Merced, Patrona de la ciudad que, vista la vulgaridad que la invade, ha dejado de llamarse, con razón, “Ciudad Condal”.

Hablaba en catalán el célebre cardiólogo barcelonés, afincado en Nueva York, Valentí Fuster. Y he aquí que, de pronto, dejó de hacerlo para pasar a expresarse en el otro idioma propio de Cataluña: en este español que los catalanes compartimos con el resto de España y gran parte de América. Ni siquiera lo hizo simétricamente: sólo habló en español una cuarta parte de su tiempo, pero bastó para que estallara el escándalo. Nunca se había visto nada parecido. Jamás, desde 1976 o 1977, se había oído una sola palabra en español en medio de tan augustos muros.
De inmediato saltaron las protestas y pataletas por parte de los separatistas. Pusieron el grito en el cielo los representantes de Convergència i Unió, así como los de Esquerra Republicana y los comunistas, mientras que mantenían un embarazoso silencio los del Partit Separatista Català, cuyas siglas, PSC, son más generalmente conocidas como las de Partit Socialista de Catalunya. A decir verdad, nadie sabe cuál de estas dos posibilidades es la buena: o bien el pregonero le hizo una jugarreta al alcalde socialista Joan Clos, y éste no se atreve a reconocer la burla; o bien Clos había sido advertido del carácter bilingüe del pregón, en cuyo caso, si lo autorizó, resulta curioso que ahora se desdiga de tamaña “osadía”. En el supuesto de que los socialistas lo hubieran sabido y autorizado, ¿cabría ver en ello el primer gesto no nacionalista efectuado por el PSC a lo largo de estos nefastos 25 años? Ojalá así fuera, pero cuando un Maragall va proclamando lo que proclama, no hay realmente que hacerse ilusiones de ningún tipo.

Es cierto que, a diferencia de las Vascongadas, en Cataluña los separatistas no tiran a matar. Pero lo que sí hacen es disparar palabras envenenadas de hiel. Veamos, por ejemplo, cómo en las páginas del periódico Avui, un tal Alfons Quintà insultaba soezmente al gran médico que es Valentí Fuster (y hace falta serlo para que un médico extranjero triunfe en Nueva York). Después de denegarle todo valor científico como médico (valor que hubiera sido obviamente glorificado en caso de expresarse en catalán), calificaba de “vómito la enorme imbecilidad que representó el insolente pregón de la Merced por parte del arrogante e insensible Valentí Fuster”. Insensible, por supuesto, a los grandes sufrimientos y vejámenes que padece la pobre e irredenta Cataluña…

La misma hiel, el mismo odio rezumaban, algunos días atrás, los gritos que varios miles de mozalbetes vociferaban durante la manifestación del 11 de septiembre. Lo que menos les importaba era Cataluña, la defensa de su vilipendiada identidad y todas estas cosas. No se trataba de proclamar un proyecto, de defender unos valores (así sean absurdos y dementes cuando se dispone de la inmensa autonomía de que se dispone). De lo que realmente se trataba era de dar cauce al odio y al resentimiento, atacando, agrediendo, vilipendiando. ¿A quién? ¿Al Presidente del Gobierno, al Partido Popular?… No. Los atacaban, claro está, pero de pasada. A lo que apuntaban todos aquellos escupitajos era fundamentalmente a la nación española como tal. “¡España es una mierda! ¡El rey es un cabrón!”, gritaba con su exquisito lenguaje aquella chusma de pobres jóvenes adoctrinados en unas “Escoles” donde, al igual que en las “Ikastolas” del norte, se les inculca desde la más tierna edad el odio a lo español.

No es bueno, acostumbra a ser nocivo hablar de agravios entre pueblos. Pero ya que son los separatistas quienes hablan sin parar de ofensas, formulemos de una vez la pregunta que nunca se hace: ¿quién agravia, quién insulta aquí a quién? ¿Quién es el ofendido? Si la lengua, la cultura y la historia catalanas hubieran recibido en estos 25 años una milésima parte de los insultos que en Cataluña reciben la lengua, la cultura y la historia españolas, ¡Dios santo, la de berridos que pegarían!

En España

    0
    comentarios