¿Siguen tanto los españoles el debate del estado de la nación para establecer una opinión formada? Me parece que no. Los datos del CIS se parecen como gota de agua al consenso generalizado de los opinadores. La victoria de Zapatero fue inmediatamente cantada en las tribunas de prensa. Había cierta avidez, cierto plus de respaldo. Una muestra de los errores de comunicación del PP que se ha movido por criterios, cuanto menos, esotéricos. Y cierta propensión con prosapia de la profesión hacia la izquierda.
Aznar, por otra parte, nunca ha sido un parlamentario deslumbrante. Se crece algo en las réplicas, pero en los discursos es monocorde. No es poco para Zapatero haber dado muestras de haberse consolidado como líder irreversible del partido socialista, pero a costa de que haberse dejado en el trastero la renovación ideológica y mostrarse cada día más estatista. Esa consolidación es una consecuencia inmediata de la sucesión de Aznar.
Al líder del PSOE le ha bastado con no cometer errores, y con mimetizarse lo máximo posible con el PP, al menos en la estética, que ya resultan intercambiables, girando a la izquierda en las de fondo para mantener controlado el flanco de IU. Pero es cierto que no ha perfilado una alternativa, o ésta se parece demasiado a la que, en su día, rechazaron los españoles. De todas formas, algo debe estar pasando, con el indicio de la retirada de la encuesta del CIS, para que las aguas de Génova se hayan agitado y se muestren dispuestos a entrar en pleno actividad en el último trimestre del año. Por supuesto, después de la boda de Ana Aznar y Alejandro Agag.
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