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Enrique de Diego

El nacionalismo liberticida

La lectura más benigna de la iniciativa de EA, en la que trata de ganar la mano al PNV, es que pretende asumir los votos de Batasuna. Ante el nacionalismo siempre se abunda en las interpretaciones estratégicas para hurtarse a las ideológicas y morales. Según ese esquema, lógico resulta que EA no quiera dejar ese electorado para que lo capte su intrínseco aliado, autosituado en las melopeas y fervorines de Arzalluz como el mismo Cristo en medio de los dos ladrones. Esto no lo mejora ni Sabino, con su pacatismo integrista.

Para no desmerecer del lenguaje clerical, el PNV suele tener bula. De hecho, en la ilegalización de Batasuna se reitera que la cuestión es la violencia. Pero ésta es siempre efecto. Su causa es el nacionalismo. EA y PNV, incluso en la benigna interpretación estratégica, son fronterizos de Batasuna. De hecho, y es manifiesto a la luz de los resultados electorales, necesitan a Eta-Batasuna para poder mantener los burgos podridos rurales, donde se cocina su victoria minoritaria a base de asesinatos, coacciones y capuchas negras. El nacionalismo actúa como el Ku Klux Klan. Más aún, necesitan los votos de Otegi y de Ternera para poder mantenerse en Ajuria Enea.

Todo este cúmulo de evidencias implican una perversión moral, que afecta también a los votantes de esos partidos, que no han de ser tan ingenuos como para no darse cuenta de tal relativismo moral, ni de su rentabilización política de las víctimas.

La ilegalización de Batasuna servirá para reducir el acoso a los constitucionalistas –siempre que se lleve a fondo, y no con los titubeos de ahora. Es, al tiempo, un duro golpe contra el proyecto totalitario común nacionalista. Contra el genocidio que se oculta bajo el nombre de independencia. Los efectos respecto a la ofensiva del Gobierno vasco son ya visibles. Batasuna y Eta existen como nacionalistas, por el nacionalismo, gracias al tronco común sabiniano, al racista proyecto de retorno a la tribu. No se trata de una cuestión sólo estratégica, sino también moral. Si Gobierno y PSOE se dieran cuenta de que se trata de un debate moral que afecta a los fundamentos ideológicos del nacionalismo y su impronta liberticida, se daría dado un paso decisivo para la pacificación.

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