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Andrés Freire

Un gobierno revolucionario

Ya es oficial: En Estados Unidos ocupa el poder un gobierno revolucionario. Un grupo reducido de gentes, los neoconservadores, que recientemente eran considerados como una minoría radical y marginal, ha convertido sus ideas en la Estrategia de Seguridad Nacional adoptada oficialmente por la Casa Blanca. No es esta la ocasión de estudiar en profundidad el documento. Nos fijaremos sólo en algunos rasgos llamativos.

Uno de ellos es la abolición de los conceptos de Soberanía y Tolerancia nacidos en el Tratado de Westfalia (1648). En la era de la globalización y el terrorismo, la idea de que cada estado tiene derecho a ejercer sobre su territorio un poder indisputado es considerada obsoleta. Y en cuanto a su forma de organización política, hoy sólo queda en pie un único modelo para el éxito de una nación: el de la Libertad, la Democracia y la Libre Empresa. Y los Estados Unidos declaran que es su responsabilidad la expansión de este modelo a lo largo de todo el planeta. No anda descaminado el analista William Pfaff cuando afirma que el último documento político que asumió un alcance tan universalista y revolucionario fue el Manifiesto Comunista.

Además de la soberanía y la tolerancia hacia modelos políticos ajenos, la nueva doctrina acaba también con el tradicional Equilibrio de poder. En el texto, el gobierno americano hace oficial lo que hasta ahora era oficioso: mantendrá inabordable su superioridad militar sobre el resto de las naciones, lo que ellos llaman la Full Spectrum Dominance. Y no consentirá en un futuro inútiles y estériles carreras de armamentos.

Esta potencia militar abrumadora dispondrá además del derecho a la Guerra preventiva, lo que ha estremecido a las capas rectoras de países potencialmente hostiles a Estados Unidos. Un ministro chino explicó hace años sus temores ante esta situación: Estados Unidos no puede pedirnos que nuestra supervivencia dependa únicamente de su buena voluntad. Y es que la nueva doctrina supone algo así como la universalización de la Doctrina Monroe. O sea, Estados Unidos como único país soberano en el planeta, mientras que el resto mantiene una independencia limitada y protegida.

En lo que atañe a España (la cual no aparece mencionada en el documento), reconozcamos que nuestro país funciona bajo la lógica de la soberanía limitada desde hace años. No nos ha ido mal con las reglas marcadas desde Estados Unidos. La alianza con ellos ha resultado barata y rentable. Pero tiene consecuencias. Una de ellas, por ejemplo, es convertir en inútil toda disquisición sobre Ceuta y Melilla, y esa afición patria a recordar al respecto tratados, fundaciones y derechos históricos. La única cuestión que debemos preguntarnos a partir de ahora es la de “¿qué piensan sobre esto los Estados Unidos?”. De ello se deduce que convendría que nos gastáramos un buen dinero en apoyar la carrera política de algunos senadores americanos. Por cierto, ya que hablamos de eso ¿a cuántos senadores habrán intentado comprar Ibarreche y Arzallus?

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