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Martín Krause

Una enfermedad trágica

Cualquiera que se haya interesado por los problemas de la Argentina ha notado que las cosas han ido de mal en peor, hasta alcanzar profundidades insondables. Teniendo en cuenta que el país se dirige a un proceso electoral que culminará en las elecciones presidenciales del próximo 30 de marzo, podríamos pensar que los argentinos tendrán la oportunidad de expresar todo lo que sienten, luego de tan calamitosas experiencias. Pero cuando se observan las preferencias en materia de candidatos, el mensaje es triste y desesperanzador.

Luego de tantas protestas y de un generalizado sentimiento de repudio hacia la "clase política", expresado en la consigna "que se vayan todos", los primeros lugares de las encuestas los ocupan figuras prominentes de los últimos tiempos, no exentas de serias responsabilidades por la situación actual. Dentro del peronismo, los primeros lugares van para Adolfo Rodríguez Saá, quien en su fugaz paso por la presidencia durante una semana a fines del año 2001 declaró la cesación de pagos. También planeaba emitir una nueva moneda en cantidades asombrosas y se rodeó de colaboradores con más prontuarios que antecedentes. Algunos piensan que no pagar la deuda fue bueno. De hecho, un lado positivo es que ya nadie querrá prestarle al gobierno argentino durante bastante tiempo, pero la realidad es que el default destruyó los activos de los bancos y por ende los depósitos de los ahorristas, los activos de los fondos de pensión, los ahorros previsionales y forzó el default de las empresas privadas endeudadas en el exterior. De cerca en segundo lugar está el ex presidente Carlos Menem, quien trata de mostrar que los tiempos pasados eran mejores, pero olvida que entonces se cebaba la bomba que luego estalló.

Faltarían como candidatos Fernando de la Rúa y el inefable Raúl Alfonsín. ¿Qué les pasa a los argentinos? Mi respuesta es que están atrapados en una ideología que socava las bases de la convivencia y el progreso. Podría resumirse en dos ideas básicas: el concepto de "derechos" y el de "suma cero". En cuanto al primero se refiere, los argentinos están atrapados en una retórica que les asegura tener derecho a esto y aquello, que un derecho es "positivo" y se refiere, sobre todas las cosas, a un nivel de vida garantizado: es un derecho a tener vivienda, educación y tantas otras cosas. No se trata de cosas que cada uno buscará mediante el esfuerzo del trabajo, sino cosas que han de ser obligatoriamente provistas por alguien, pues uno "tiene el derecho a tenerlas". Y con su acendrado orgullo y vanidad, cada argentino piensa que es él quien merece tales cosas, mientras que los políticos se lo siguen prometiendo. Recordemos que Alfonsín hacía campaña diciendo que "con la democracia se educa, se come, se cura" y tantas otras cosas que jamás fue capaz de proveer.

Lo segundo es el concepto de suma cero: si a mí me falta algo es porque alguien me lo quitó. No es posible que una empresa gane dinero sino que me saca "mi dinero", por lo que resulta correcto que se la castigue de cualquier forma. Así no pueden sino triunfar quienes más prometen y los chivos expiatorios suelen ser siempre los mismos: las empresas multinacionales, Estados Unidos, etc. Eso sí, apenas pueden, todos compran dólares.

© AIPE

Martín Krause es corresponsal en Buenos Aires de la agencia AIPE.

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