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Enrique de Diego

Ana Botella o la sucesión sí toca

La demostración palmaria de que la sucesión sí toca, y afecta al conjunto del PP y a cada uno de sus dirigentes, es la reflexión abierta por Ana Botella respecto a su salto a la política, que Alberto Ruiz-Gallardón se ha encargado de oficializar. Es notorio que Ana Botella siempre ha estado en política –se afilió a AP un año antes que Aznar–, que para entrar en el círculo monclovita hay que caerle bien a ella (hay auténticos maestros) y que, en toda la trayectoria del matrimonio, él ha puesto la constancia y ella, la ambición. Ana Botella ha vivido su papel de esposa del presidente con mayor notoriedad que sus antecesoras, incluida Carmen Romero, y el propio Aznar no ha tenido recato en reconocer la influencia de su esposa, cuestión que, en momentos previos al XIV Congreso, llevó a que algunos ataques de cortesanismo incondicional indujeran a hablar de ella incluso como posible sucesora. Es obvio que el abandono de La Moncloa también le afecta a ella y que, por tanto, se encuentra en reflexión sobre su futuro, porque ha de resultar duro, en lo humano, pasar del primer plano a una discreción estricta.

Por muchas cuestiones, las apuestas están muy altas a favor de su salto a la política activa en sentido pleno. Ha sido su entorno el que lanzó el globo sonda de su presentación como senadora, y en las últimas fechas, antes del quite de Gallardón, había repetido que se lo estaba pensando. Pero siempre ha tenido especial interés en recalcar que la decisión la tomará ella, y lo mismo ha hecho tras la curiosa propuesta del alcaldable. Además de la duda metódica, “no sé ni dónde, ni cómo, un cuándo”, ha dicho.

Aunque todo puede ser, me parece muy dudoso que Ana Botella vaya a aceptar entrar en el equipo de Gallardón, que puede presentarse gratis en la mejor concordia con el matrimonio de La Moncloa. A día de hoy, Ana Botella no está para ofrecimientos. La “militante” tiene más poder en el partido que Gallardón. Puede elegir. En el PP nadie se va a oponer. Y es de justicia reconocer que, al margen del respaldo de su marido, Ana Botella es bien vista por las bases, y reclamada con fruición en provincias, sobre todo por los que mejor saben moverse en el esquema de poder del PP actual. Supeditarse a Gallardón es condicionar a Aznar al alcaldable, y elevar la candidatura a pacto de familia. Sigue pareciendo más lógica la candidatura a senadora por Madrid, con la “b” de Botella como activo, aunque ahí sería poner a Aznar, por vía indirecta, en la papeleta del voto. Aunque en lo del Senado, por su escaso peso político, al final, los electores se fijan poco. ¿Ha apoyado Gallardón las aspiraciones de Ana Botella o la ha puesto en un brete haciendo pública la comidilla general?

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