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Dice Carod Rovira, el nuevo caudillo del separatismo catalán, que prefiere “irse de copas” con el Rey antes que con Aznar, porque el Rey “es capaz de reir y sonreír”, mientras que Aznar, “antes de hablar, ya te ha condenado por tus ideas”. Eso lo dice el tío que acaba de firmar un acuerdo de gobierno con los socialistas para excluir al PP de cualquier pacto nacional, regional y municipal; el mismo tío que acaba de condenar, por tanto, a la mayoría de los españoles y a sus ideas políticas al destierro perpetuo de las instituciones. Si es que Carod se sale con la suya, claro. Vamos a ver en las elecciones generales cuántos votan al PP en Cataluña y cuántos a ERC. Pero, claro, a quien con el 16% de los votos ya manda, aunque no sabemos si será capaz de gobernar algo, esto de la democracia y las urnas le parecerá materia fungible. Si lo suyo es un camino de “no retorno”, para qué la democracia, que es el arte de rectificar. Mejor medirse con el Rey, que no pasa por las urnas.
 
Cuando durante el 23-F el Rey defendió la soberanía nacional, secuestrada en las Cortes por Tejero, en Barcelona no se produjo una manifestación de apoyo a la democracia tan grande como la de Madrid, ni mucho menos. Algunos líderes nacionalistas aguardaban heroicamente en Perpiñán a ver quién ganaba, porque con ellos no iban las reyertas de un país “africano”. Era la época en que la izquierda separatista no ocultaba su racismo tradicional y quería rescatar de algún almacén municipal el monumento al Doctor Robert, que estableció con claridad milimétrica los perfiles craneales de la raza catalana. En aquella lúgubre manifestación nocturna del 24-F, cuyo grueso lo formaban los obreros de la inmigración agrupados en las centrales sindicales de izquierdas, se llegó, llegamos, hasta la sede del Parlamento de Cataluña. Y el presidente, Heribert Barrera, líder entonces de ERC y predecesor de Colom y Carod, se negó a abrir el Parlamento para recibir a los manifestantes. Lo del golpe de Estado era cosa de españoles. Y la democracia, también.
 
Ahora asistimos con asombro al obsceno coqueteo de los republicanos separatistas con el Rey, para aislar, acosar y debilitar al PP, que ostenta legítimamente el Gobierno de la nación. Española, claro. Nunca ha sido reino Cataluña y nunca ha tenido otro rey que el de España. Incluso entró en una guerra defendiendo a su candidato, un Austria, frente al antepasado de Juan Carlos, un Borbón. Los secuaces de Carod suelen injuriar cada 11 de Septiembre a los que representan, según ellos, aquel triunfo de los Borbones, que celebran a su manera gemebunda como un fracaso catalán. Pues bien, todos esos antecedentes, o los de Pilar Rahola cuando hablaba despectivamente del “ciudadano Juan Carlos” son ahora otras tantas gracias e invitaciones al diálogo. Qué simpáticos, nuestros verdugos. No son lo que se dice de ellos, qué va, seguro que hablando nos entendemos.
 
Precisamente al salir de la Zarzuela, ha contado el sustituto de Barrera al frente del Parlamento catalán, el también republicano Benach, el del “camino sin retorno” y el “Visca Catalunya lliure!” de hace tres días, que el Rey le ha dicho una cosa que le ha encantado: “hablando se entiende la gente”. No fue eso lo que hizo el Rey en la noche del 23-F, frente a la “solución Armada”, pero desde entonces la línea de “diálogo” preconizada por Gemma Nierga ante el terrorismo separatista vasco ha avanzado mucho entre la izquierda millonaria y la carcundia conservadora. A lo mejor Polanco ya ha escrito para la dinastía alguna “Solución Desarmada”, vulgo rendición, que desconocemos. Tampoco sabemos si después de la liquidación de España se prevé que Juan Carlos se vaya de copas con Carod, para que este disfrute de su “capacidad de reir y sonreír”. Todo es de lo más simpático. Está el panorama español para muchas bromas. Ay, qué risa, tía Felisa.

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