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Juan Carlos Girauta

Gobiernos preservativos

Mientras los nacionalistas arman nuestros ancestros y nuestra identidad, la vasta y basta izquierda apela a la cosa genital

El Estado, al igual que Metis y algunas deidades marinas, como Tetis, tiene la capacidad de adoptar cualquier forma y transmutarse en cualquier materia. Metis se convirtió en gota de agua y su esposo Zeus inmediatamente se la bebió. El poder público va a adoptar en Cataluña la forma del condón, la textura del látex, para multiplicarse por los institutos, disimulado en cajas y metido en máquinas expendedoras.
 
¿Por qué no las instalan en la conselleria de agricultura o en las oficinas del Síndic de Greuges? El estudiante, el funcionario o el estibador que se quiere comprar una goma, ya sea para usarla, coleccionarla o hincharla como un globo, que es un truco muy agradecido en las fiestas, puede acudir a cualquier farmacia, supermercado, gasolinera o pub. Pero si la obtiene en un instituto por gentileza del poder púbico, digo público, se va a encontrar con Leviatán en el lugar menos indicado.
 
Mientras los nacionalistas arman nuestros ancestros y nuestra identidad, la vasta y basta izquierda apela a la cosa genital. Toparse en una empresa de auditorías, pongamos por caso, o en un transitario naval, con una maquina de condones, significa que el jefe es un cachondo o que los de la segunda planta quieren animar el cotarro. Nada semejante estamos autorizados a pensar si el lugar es un instituto.
 
Coincide todo esto con la aparición en La Primera de una señorita sexóloga enviada por el simpático Buenafuente, a quien hay que agradecer los servicios prestados. Sus clases de felación son tan estimulantes como el BOE. Mal pensados, no hay ningún festival erótico-legislativo en marcha. Sólo una puesta al día del matrimonio, el reconocimiento de derechos que no sabíamos que existían y mucha higiene, eso sí. Asepsia y prevención en las aulas bajo el velo plástico de Némesis, dueña del destino, vengadora.
 
Me agarro a la mitología para subirle un poco el nivel a esta fantasía socialista de gomas y lavajes con cargo al presupuesto. Y también por lo difícil que se hace admitir que los que culminaron los planes políticos de El Egipcio pretenden esconder su ineficacia resucitado una descabellada pseudoideología de comuna que pasa por acostarse con el administrado.

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