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Federico Jiménez Losantos

¡Cándido! ¿Consejos vendo y para mí no tengo?

Cándido, vanidoso como Peces pero estrenando apenas los humos de la notoriedad, parece empeñado en darnos todos los días con la ETA en las narices

Lo peor de este Gobierno aciago, liberticida, filoetarra, antipopular y antiespañol no es que sea todo eso, amén de escándalo europeo en opas, reopas y contraopas, que ya sería demasiado, sino que no encuentra nunca momento de callarse. Hasta la traición es incapaz de hacerla con discreción. Hasta cuando debería callar no puede parar de hablar. Hasta cuando su miserable comportamiento produce vergüenza ajena es incapaz de dejar de presumir y de dar lecciones de ética al contado, democracia a la remanguillé y liberalismo after hours. Como dice el refrán: consejos vendo y para mí no tengo.
 
Zapatero ha sido capaz de perpetrar a medias con Artur Mas, con nicotina y cafeína, nocturnidad y alevosía, un nuevo Estatuto catalán que destruye el actual régimen constitucional español, acaba con la nación española como base de la soberanía popular y destruye la igualdad de los ciudadanos ante la Ley. Sin embargo, no ha sido capaz de defender a su criatura en el Congreso, despreciando abiertamente a nuestros representantes democráticos, incluidos los del PSOE, y reservando sus ocurrencias para el primer mitin a favor de ese Estatuto sobre el que no dijo una palabra en el Parlamento. Bien es cierto que el mitin ha sido en Cornellá, feudo de Montilla, el ministro de Industria que aún no ha devuelto los mil millones que le regaló La Caixa y que tampoco acaba de cosechar el éxito vaticinado a sí mismo en la devolución del favor entregando Endesa a los perdonadores de su condición morosa desde un abuso de poder por parte del árbitro que no se ha visto ni en el Camp Nou.
 
Pero son Peces Barba y Conde Pumpido los que sin duda se llevan la palma irritando al personal, siempre que no sea incondicional. Y aunque lo sea. Es tan tosca, tan zafia su manera de producirse, el uno en melifluo y el otro en listillo, que casi antes de hablar ya han cosechado la bronca. Ambos se han distinguido por vejar a las víctimas del terrorismo y Cándido, además, por humillar a los jueces, instrumentalizar a los fiscales y poner en ridículo cualquier pretensión de independencia o incluso de simple higiene intelectual en el llamado Poder Judicial. Cándido, vanidoso como Peces pero estrenando apenas los humos de la notoriedad, parece empeñado en darnos todos los días con la ETA en las narices. A todos: a las víctimas, a los jueces, a los fiscales, a los políticos, a los ciudadanos y a cualquiera que no sea etarra. No es de extrañar que, en una detención anterior, el terrorista Otegui dijera: "¿Pero sabe esto el fiscal general?".
 
Después de poner a los fiscales al paso de los abogados de los etarras más sanguinarios, Cándido parece complacerse en el desprestigio del juez Marlaska. Primero le llama la atención por su severidad con el capo batasuno y cuando el juez, privado del apoyo del fiscal, lo manda a la cárcel con fianza no sólo deja que Batasuna, organización ilegal por formar parte de ETA según sentencia del Supremo, recaude públicamente ese dinero sino que pide respeto a las decisiones del mismo juez al que él mismo faltaba al respeto días antes. En cuanto a la prudencia que también pide, reclama u ordena a la opinión pública, la última vez que Cándido demostró la virtud que predica debió de ser en su primera comunión. Y no seremos tan imprudentes de asegurarlo.

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