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Juan Manuel Rodríguez

Cerdos y Tomahawks de acción terrestre

Esta no es, decididamente, la "Liga de las estrellas" sino la "Liga del todo vale". Y si vale todo es porque no hay nadie con la autoridad moral suficiente para acabar con este desmán.

Si cada uno de los jugadores del Real Madrid que recibió los "piropos" de la grada del Reyno de Navarra hubiera tenido que marcharse del campo, como quiso hacer en su día Samuel Eto'o, al final tendría que haber saltado Gómez-Montejano con el "5" de Zinedine Zidane a la espalda. "¡Písalo, písalo!", gritaban cada vez que Roberto Carlos caía al suelo. "¡Guti, Guti, Guti, maricón, maricón, maricooón!", cantaban cuando el canterano madridista recibía el balón. "¡Feo, feo, feo!", le soltaban a Beckham, que llamó feo a Raúl García en el partido de la primera vuelta jugado en el estadio Santiago Bernabéu, cada vez que se acercaba a lanzar un córner. El ambiente fue terrible y, como alguien apuntó acertadamente, el Madrid hizo bastante con salir vivo de allí. A López Caro, que últimamente no se entera de nada, sólo le faltó destacar el "fair play" pamplonica, pero a sus jugadores les cayó de todo. Incluso voló por los aires una aceitera que, de haberle golpeado en la cabeza al brasileño Julio Baptista, le habría hecho mucho daño.
 
La Liga española podrá presumir de tener aquí a algunos de los mejores futbolistas del mundo, pero eso no quiere decir que sea la mejor Liga del mundo ni por casualidad. Ya ni nos inmutamos porque caigan al campo teléfonos móviles, pelotas de golf, botellas de güisqui, cabezas de cochinillo o, como sucedió el domingo, una aceitera con aceite dentro (¡con lo caro que está: cinco euros el litro!). Cae la aceitera. El árbitro la recoge tranquilamente. Se la da al delegado de campo. Y, una vez finalizado el partido, escribe en el acta: "en el minuto 50 de partido arrojaron una aceitera desde la grada". ¿A quién se le ocurre entrar una aceitera en un campo de fútbol?... Pues al mismo que entra, y seguirá entrando, una cabeza de cochinillo, una botella de güisqui o las pelotas de golf.
 
Cualquier día tirarán a un campo español de Primera División un misil crucero Tomahawk BGM-109. Lograrán colarlo en el estadio camuflado debajo de la gabardina. Caerá al césped. El árbitro, ayudado por sus jueces de línea, los chicos de la Cruz Roja, la policía nacional, la seguridad privada, los veintidós jugadores titulares y todos los suplentes, lo remolcarán hasta el delegado de campo. Y, una vez finalizado el partido, el árbitro escribirá en el acta lo siguiente: "Por cierto... en el minuto 37 de partido lanzaron desde la grada un misil crucero Tomahawk BGM-109 de acción terrestre y antibuques"... ¡Mientras el Tomahawk no le golpee al colegiado!... Esta no es, decididamente, la "Liga de las estrellas" sino la "Liga del todo vale". Y si vale todo es porque no hay nadie con la autoridad moral suficiente para acabar con este desmán.

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