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Cristina Losada

Ficción y ciencia de los incendios

Cuando en años anteriores el número de detenidos por incendios era muy superior al de esta temporada, ese peculiar "terrorismo" no aparecía en sus proclamas. Entonces, no podían colgárselo al PP.

Qué grandes titulares nos hemos perdido. Por ejemplo, éste: "De seis a siete años para que la naturaleza empiece a respirar". O este otro: "Hachazo a la economía gallega". O aquel: "¿Dónde está el gobierno? ¿Es que esto no es España?". Y los incontables de este tipo: Los decanos de tal, los técnicos de cual, los intelectuales en nómina, "culpan al gobierno de la catástrofe". Y nos los hemos perdido porque, esta vez, cuando el fuego quemaba en quince días en Galicia más hectáreas que en los últimos tres años, no había que magnificar la catástrofe. Ni, por supuesto, acudir a cálculos propios de la literatura de ciencia-ficción. Así que, en esta ocasión y con dichos argumentos, El País, que era el periódico que publicaba los citados, los ha evitado ejerciendo la contención.

La ciencia-ficción es un género literario respetable y, en todo caso, muy entretenido. Así que los aficionados no podrán sino lamentar que estos días se hayan incorporado a una ilustre lista de autores, como Asimov, Bradbury, Clarke, Lem, los Strugatski o Philip K. Dick, unos muermos del estilo de Touriño, Narbona, Rubalcaba, Anxo, Rego, Blanquito, Rodríguez el upegallo, el otro Rodríguez, o el alcalde Bugallo, quien, por cierto, está resultando uno de los más prometedores. Verdad que no parece que pueda dar una obra que sea para la Compostela del siglo XXI lo que fue en su tiempo La casa de la Troya, pero el hombre no escatima esfuerzos.

Tras inventarse una trama que intentaba cercar con fuego la residencia oficial del presidente de la Xunta, ha hecho un ejercicio de cálculo con el teorema opuesto al de Méndez, aquel famoso licenciado en inexactas, y ha multiplicado por diez, más o menos, que aquí la ciencia se inclina ante la ficción, el número de manifestantes que acogía el domingo la recoleta plaza de la Quintana en sus dos mil y pico metros cuadrados.

¿Qué por qué no fue más gente a una convocatoria de los niños mimados de los medios? No es ningún misterio. La clave para desentrañarlo la ha dado el propio de Medio Ambiente, el socialista Manuel Vázquez. Si, total, sólo ha ardido el 2 por ciento de la superficie de Galicia, quedando incólume y verdescente el 98 por ciento restante, es natural que menguara la tropa. A fin de cuentas, ante tal evidencia, la ciudadanía preferirá aplaudir en la intimidad el triunfo de la previsión y la eficacia del gobierno, a sumarse a una manifestación de apoyo incondicional, al viejo estilo de la plaza de Oriente.

Sea como sea, hemos asistido a un espectáculo inédito e irrepetible: a los del chapapote tras una pancarta en la que figuraba el término terrorismo. Lo adjetivaban, sí, como incendiario, pero no pretendían aludir a los de ETA que ese mismo día quemaban un autobús y varios coches. Hasta ahí podíamos llegar. Lo suyo es condenar el terrorismo de ficción, no el real. Que éste tiene para ellos justas causas, a las que son sensibles, mientras que el ficticio presenta la ventaja de que pueden achacárselo a su bestia negra de siempre. Y es por ese motivo que, cuando en años anteriores el número dedetenidospor incendios era muy superior al de esta temporada, ese peculiar "terrorismo" no aparecía en sus proclamas. Entonces, no podían colgárselo al PP.

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