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Enrique Dans

La economía líquida

Si de repente se le ocurriese, por ejemplo, montar una empresa de sombreros, podría tener tantos metros cuadrados de fábrica como desease, con tantos artesanos sombrereros como necesitase.

La verdad es que gusta cuando una empresa mantiene, a lo largo de los años, la capacidad de sorprenderme, y una de esas empresas de las que verdaderamente disfruto leyendo noticias es Amazon. La empresa, creada por Jeff Bezos en 1995, tiene una diversidad y dinamismo tan marcados, que sus desarrollos la llevan a estar siempre en la cresta de la ola de la innovación más rabiosa, haciendo las delicias de los que nos dedicamos a analizar habitualmente ese tipo de cosas. De hecho, hoy en día resultaría completamente anacrónico considerar a Amazon una tienda de libros, considerando no sólo la variedad de unas referencias de comercio electrónico que van ya desde discos y vídeos hasta artículos de supermercado, pasando por artículos de gourmet, muebles de jardín, zapatos, joyería o cualquier otra categoría imaginable, sino la gama de servicios diferentes al comercio electrónico en los que posee algún tipo de actividad.

Hace no muchos días, Amazon lanzó un nuevo servicio: el Amazon Elastic Computing Cloud, conocido como Amazon EC2. Si el nombre le deja como estaba, imagínese un inmenso ordenador con potencia de cálculo prácticamente ilimitada, y completamente escalable, al estar integrado por tantos ordenadores conectados entre sí como requiera cada tarea. Piense en él como un enorme obrero especializado capaz de desarrollar cualquier tipo de tarea que se encarga a un ordenador: trabajar con bases de datos, generar páginas dinámicas, hacer cálculos complejos... Seguidamente, imagíneselo trabajando para usted o para su empresa, como si de hecho, cualquier empresa pudiese tener acceso a semejante recurso a un coste razonable. Ahora abra los ojos: eso es precisamente lo que Amazon acaba de lanzar. Si lo unimos a otro servicio anteriormente lanzado por ellos, el Amazon Simple Storage Service (conocido como Amazon S3), un sistema que permite alojar ficheros de manera virtualmente ilimitada pero pagando únicamente por el espacio utilizado, el resultado son, precisamente, los dos ingredientes que se requieren para desarrollar actividades en la red.

De manera efectiva, podríamos compararlo a si de repente, en el mundo físico, pudiésemos alquilar una fábrica o una tienda de la extensión que deseásemos, con todo el personal necesario para atenderlas, y pagando únicamente por los metros cuadrados y el número de personas necesario en cada momento de actividad. ¿Se imagina el impacto de algo así? Si de repente se le ocurriese, por ejemplo, montar una empresa de sombreros, podría tener tantos metros cuadrados de fábrica como desease, con tantos artesanos sombrereros como necesitase, y tantas tiendas con sus correspondientes dependientes como le hiciesen falta en cada momento de actividad. Con la ventaja, además, de que si quisiese detener su actividad, no tendría que despedir a nadie, ni que vender inmuebles o activos especializados en ineficientes mercados de segunda mano. Herramientas para desarrollar cualquier actividad, sin barreras de entrada iniciales ni barreras de salida posteriores. Sin duda, el sueño dorado de todo emprendedor.

A efectos de Internet y del mundo de la tecnología, la oferta de Amazon supone que cualquiera con una idea en la cabeza y la capacidad de desarrollarla desde el punto de vista de programación, puede hacerlo de manera prácticamente inmediata, pagando únicamente por los recursos de almacenaje y computación que su actividad genere en cada momento. Con esas dos piezas, muchas de las preocupaciones habituales de los emprendedores tecnológicos pasan a estar meramente ligadas al cálculo del coste incurrido por uso de procesador o disco duro de máquina, pero desligadas del problema de la consecución de los recursos, algo que siempre ha dificultado la puesta en marcha de este tipo de proyectos. Además, la empresa de Seattle va bastante más allá de la simple provisión de los recursos: al aplicar las economías de escala propias de una empresa con una inmensa granja de ordenadores baratos conectados en redundancia para evitar el impacto de los fallos individuales de cada uno, puede obtener no sólo ahorros considerables con respecto al coste que supondría desarrollar esos recursos de manera interna, sino también una calidad de servicio en términos de fiabilidad o seguridad prácticamente imposibles de alcanzar por otras empresas.

Al tiempo, empresas, como Google, avanzan en la misma dirección, y comienzan a ofrecer a las empresas servicios como correo electrónico, mensajería instantánea, telefonía, agenda o espacio para páginas web, que pueden obtenerse simplemente con abrir una cuenta gratuita, y se almacenan en la inmensa infraestructura de ordenadores baratos que conforma el conocido como Google Grid. Obtener espacio de almacenamiento y capacidad de proceso mediante el tipo de servicios que Amazon ha puesto en el mercado, o herramientas empresariales como las que Google y otros competidores proponen es lo más parecido que nos podríamos imaginar a la "informática‑grifo": abrir una llave de paso, y que salga el caudal necesario de estos recursos. La tecnología, cada día más, evoluciona hacia ser unacommodityque cualquiera puede comprar fácilmente a proveedores especializados, con todo lo que ello supone de beneficios derivados de la reducción de barreras de entrada y salida, de la dinamización que un entorno así posibilita para la economía. Cada día más, una verdadera economía líquida.

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