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Juan Carlos Girauta

El largo y tortuoso Rodríguez

El hecho que subyace frío y desnudo es el que sigue: desde que Rodríguez acudió al Congreso a comunicar sus planes y a oír de Rajoy que estaba traicionando a los muertos, hasta el día de hoy, la ETA ha salvado la peor situación de su triste historia

Recuerdan los nacionalistas vascos la capacidad de la ETA para hacerle daño al gobierno y para desestabilizar el país. No encontraremos confirmación más exacta de la denostada tesis (denostada, entre otros, por los confirmadores) que presenta el "proceso" como gradual sometimiento del gobierno –y, con él, del Estado– a los terroristas.

El hecho que subyace frío y desnudo es el que sigue: desde que Rodríguez acudió al Congreso a comunicar sus planes y a oír de Rajoy que estaba traicionando a los muertos, hasta el día de hoy, la ETA ha salvado la peor situación de su triste historia, se ha recuperado a placer, ha puesto al día su organización en efectivos, armas y recursos financieros.

Además, ha recuperado la operatividad de su brazo político –hasta el "proceso" puro muñón gracias a la Ley de Partidos–, ha vuelto a adueñarse de las calles con su terrorismo "de baja intensidad", el de la muchachada, y, por encima de todas las vergüenzas –¿o debería decir "por debajo"?– ha obtenido el reconocimiento moral de los socialistas: para Patxi López tienen razones. Es decir, tienen razón. Sí, en efecto, es nauseabundo: para el PSE tenían y tienen razón sus asesinos.

Por fin, ha logrado la ETA que, basándose en su sola declaración de intenciones –una tregua que los hechos no avalan– los órganos del Estado se ajusten a sus designios, modulen la interpretación, aplicación y ejecución de las leyes. Han puesto a bailar a los tres poderes al son de un chistu hipnótico.

La maraña de sangre coagulada y decorados y mesas suplantadoras de la soberanía ha ocultado el verdadero proceso: un vaciado de legitimidad estatal simultáneo al acopio etarra de argumentos y armas cortas. Los liberales y conservadores del PP lo resumen así: la ETA marca la agenda del gobierno. Los ultraconservadores de la patria vasca lo confirman. Y ni siquiera se dan cuenta.

Con elocuencia decreciente, el presidente sigue aferrado a los dos adjetivos del "proceso": largo y difícil. Puede tratarse de un tributo a Paul McCartney: The Long and Winding Road. Un camino largo y tortuoso, como Rodríguez.

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