Jorge Luis Borges escribió que los espejos y la cópula son abominables, porque multiplican el número de los hombres. Guillermo de Ockham tampoco era muy partidario de multiplicar los entes sin necesidad.
Hace algo más de un año se aprobó el estándar ISO 26300. Corresponde al formato de documento ofimático OpenDocument (ODF), que usaba en aquel momento la suite ofimática OpenOffice. Desde entonces, el uso de ODF se ha extendido enormemente. No solo es el formato oficial de gigantes de la industria como IBM, sino que también lo usan las nuevas aplicaciones web como Google Docs o SlideShare. Y si nuestras administraciones públicas fueran coherentes, también sería su formato oficial.
Hasta aquí, todo perfecto. Los estándares permiten que toda la tecnología que nos rodea funcione. ¿Se imaginan lo que sería que cada aparato eléctrico funcionara a un voltaje diferente? ¿Los inconvenientes de tener tornillos que sólo pueden ser colocados con un destornillador del mismo fabricante? Disponer de elementos estandarizados es fundamental para que la industria de la información madure.
Sin embargo, nunca llueve a gusto de todos. La aprobación de OpenDocument como estándar ISO 26300 supuso un golpe para Microsoft. Una de las tácticas de esta compañía para "fidelizar" a sus clientes es impedir que puedan usar otros productos para acceder a sus propios documentos. Un formato de documento estándar, evidentemente, hace saltar por los aires este cerrojo. Y varias administraciones públicas han adoptado ODF como formato estándar, lo que abre paso al uso de paquetes ofimáticos alternativos como OpenOffice.
Así que Microsoft ha decidido promover un nuevo estándar, llamado Office Open XML (OOXML) . Un estándar que no beneficiará a los usuarios, sino que les mantendrá atados a los productos de esta compañía. Un estándar en el que yace agazapada la amenaza de litigios por patentes o propiedad intelectual para quien se atreva a utilizarlo de formas no previstas por el gigante de Redmond. Ocultas entre las más de 6.000 páginas de especificación (ODF ocupa 700) hay multitud de referencias a formatos propietarios de Microsoft (cuando existen estándares ISO que podrían utilizarse sin problemas), especificaciones inconcretas, elementos que existen solo para facilitar la compatibilidad con otros programas de Microsoft pero que no pueden ser implementados por terceros...
En resumen, OOXML no está diseñado para facilitar su uso libre por parte de cualquier organización, como las que elaboran productos que compiten con los de Microsoft. Está diseñado para que las administraciones públicas puedan decir "ya uso un formato de documento estándar; no tengo por qué usar ODF". Y sigan atadas a MS Office, ajenas a sus obligaciones de hacer un buen uso de los fondos públicos, de garantizar la neutralidad tecnológica y de custodiar eficazmente la información de sus administrados.
En esta batalla, Microsoft no sólo multiplica sin necesidad los estándares. Ha multiplicado también los miembros de los comités de estandarización nacionales, de manera que un número sorprendente de partners de esta compañía se han dado de alta en los últimos meses y han votado a favor de la aprobación de OOXML.
Abominable, pues, la táctica de Microsoft de multiplicar sin necesidad estándares y miembros con tal de impedir que los usuarios de programas ofimáticos puedan usar sus documentos como mejor les parezca.