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José Vilas Nogueira

Los jueces-estrella

Como la carne es débil y los periodistas indiscretos, me he enterado de que la esposa escritora compara al juzgador esposo nada menos que con Fernando Alonso, el corredor de automóviles, y con Miguel Induráin, el antiguo campeón ciclista.

El juez Gómez Bermúdez ha alcanzado una gran notoriedad pública. Es natural, porque este juez ha presidido el tribunal del proceso por el atentado del 11 de marzo de 2004. Este crimen, el mayor atentado terrorista de Europa, produjo cerca de 200 muertos y casi 2000 heridos. Pero su repercusión no se agotó ahí. Acaecido en plena campaña electoral, a tres días de las elecciones, fue utilizado impúdicamente por el PSOE, incluso en la llamada "jornada de reflexión", para influir en la orientación del voto. Posteriormente, la investigación policial y una deficiente instrucción sumarial alentaron la polémica partidista y mediática sobre los autores del crimen y sus motivaciones.

Cualquiera que fuese el contenido de la sentencia judicial era poco probable que clausurase enteramente la polémica. Quizá el fallo efectivamente emitido no lo ha conseguido enteramente, pero por la vía de un cierto compromiso entre las contrapuestas interpretaciones precedentes se ha acercado a aquel objetivo. La discusión parece haberse desplazado más bien al terreno, menos virulento, de a quién ha dado más razón el tribunal.

El juez Gómez Bermúdez está casado. La señora del juez es periodista. Uno y otra parecen muy felices con su relación, lo que es muy de celebrar, y más en estos tiempos en que tantos matrimonios, e incluso parejas de hecho, sufren quebrantos y tribulaciones. La esposa periodista es, además, diestra en asuntos de justicia como jefe (o si ustedes lo prefieren "jefa") de prensa del Tribunal Superior de Justicia de Madrid. Pues, hete aquí (que dijo el otro) que la feliz esposa ha regalado al feliz juez un libro, La soledad del juzgador, Gómez Bermúdez y el 11-M.

No seré yo tan osado y desenvuelto para asomarme a estas matrimoniales páginas, que aprensión sufriría de ser reo de pecado de intromisión en la cámara conyugal y atentado contra la santidad del vínculo. Pero, como la carne es débil y los periodistas indiscretos, me he enterado de que la esposa escritora compara al juzgador esposo nada menos que con Fernando Alonso, el corredor de automóviles, y con Miguel Induráin, el antiguo campeón ciclista. ¿Cabe mayor halago que ser equiparado a tan ilustres personajes? Salvadas las distancias debidas, como yo no soy juez, me conformaría con que mi mujer me comparase con Marc Gené o Álvaro Pino. Pero nada, nunca he conseguido halago tan cumplido.

Hasta hace poco tiempo, la consagración social de las elites profesionales pasaba por la inclusión en repertorios especializados, aunque la profesión judicial, por la gravedad de su misión, era de las menos propicias a este tipo de ostentaciones. El juez remitía su majestad a la ley, de la que era simple oráculo. Hoy, entre nosotros, todo ha cambiado. La "prensa del corazón" es el elíseo en el que concurren, y recíprocamente se complacen, todos los agraciados por la fortuna: los otrora pobladores del Gotha, los políticos, escritores y artistas, los cantantes de moda, los campeones deportivos y... los jueces-estrella. Fuera del papel cuché, no hay sino desolación y tinieblas. "Una peniña", que decimos en mi pueblo.

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