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Cristina Losada

Manque pierda

El partido que esta noche se ventila en el estadio de Balaídos no se juega contra el equipo que envía Camerún, sino contra España, que éste y no otro es el enemigo que constituye la razón de ser del tinglado de las selecciones "propias"

Hoy es un gran día para Galicia o más exactamente para Galiza, reducto y bastión del nacionalismo autóctono. Una gran día, no porque la renta per cápita vaya a registrar un aumento súbito, las empresas se den de bofetadas por instalarse en su territorio, la llegada del AVE se adelante milagrosamente y todos los escolares hayan logrado entender, de pronto, los textos escritos en un lenguaje diferente al de los sms. Se trata de algo mucho más trascendental, y es que la selección gallega de fútbol reaparece para un partido contra Camerún. Galiza-Camerún, rezan los carteles. He puesto "contra" por error. En realidad, el partido que esta noche se ventila en el estadio de Balaídos no se juega contra el equipo que envía aquel país africano, sino contra España, que éste y no otro es el enemigo que constituye la razón de ser del tinglado de las selecciones "propias" montado por los nacionalistas con el concurso de la pasividad socialista, ese laissez faire que sólo practican con los que necesitan para mantenerse en el Gobierno.

Será una gran noche de efervescencia nazional. Tremolarán las banderas secesionistas que lucen la estrella roja, lo cual resulta muy apropiado, toda vez que fue en la URSS y del mismísimo Padrecito que un ídolo de esta tribu, Castelao, recibió la revelación sobre el modo de resolver el problema de las naciones y nacionalidades. Un gran teórico, Stalin, aunque se le conozca más por su sobresaliente praxis en las artes de la deportación en masa, la hambruna y el asesinato. Pero bajo las estrellas de la noche de hoy, la diversión está asegurada. Como calentamiento previo, habrá una manifestación para exigir la oficialidad de todo esto y, en especial, la nación, que no hay selección sin nación y viceversa. Así, las huestes movilizadas entrarán con fervor patriótico en el estadio para darle a España, esa malvada entidad sin la que no pueden vivir, lo que se merece. Si se tercia, podrán repetirse las escenas del pasado año en La Coruña, donde en ocasión similar, los hooligans nacionalistas quisieron quemar una bandera española e hicieron destrozos diversos. El cóctel fútbol-nacionalismo produce y necesita esos excesos.

La selección gallega de fútbol, un proyecto estrella del BNG al que se han dedicado esfuerzos y recursos –públicos, naturalmente–, tiene capital importancia porque viene a cubrir un vacío vergonzoso. Y es que aquí, señores, no tenemos un Barça. Los clubs han sido sólo clubs. El fútbol sólo fútbol. Y desde la perspectiva de los nacionalistas de todos los partidos (políticos) eso resultaba lamentable. Máxime cuando se daba la circunstancia de que la lengua tradicional y espontánea en ese ámbito era el español. Con energía y fondos, se ha intentado "normalizar" lingüísticamente a los clubs y si en algún caso la operación ha resultado exitosa, no se ha podido garantizar con ello el triunfo deportivo. Ay. Pero eso, de momento, es lo de menos. Esta noche, por ejemplo, miles de personas, venidas ex profeso de Galiza, asistirán a un partido les guste el fútbol o no. Lo harán por la nazón. Hasta le perdonarán a Laporta que no haya permitido jugar a Eto'o con los cameruneses, un gesto impropio de la solidaridad galeusca, que desluce este ritual de afirmación. Uno que nos retrotrae a aquella longa noite de pedra, cuando el régimen, decíamos, utilizaba el fútbol para adocenar a la población. Ahora es un instrumento de la pedagogía del odio, sin la cual no hay nazón, aunque pudiera haber selección.

En España

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