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Agapito Maestre

Ostracismo y vasallaje

La perversidad de la sociedad española ha sobrepasado todos los límites, porque demuestra que un mentiroso, incluso el más cruel entre los mentirosos, sí, el que reconoce su mentira y la presenta como un "principio moral", más se le quiere y se le sigue.

Ayer me di una vuelta por el Rastro y me encontré con dos viejos amigos. Uno me recordó qué cosa es, hoy, el ostracismo y, por supuesto, quién lo defiende; otro, me señaló quienes son los genuinos vasallos de España. Ostracismo y vasallaje serían las fórmulas ideales de uno de los partidos que concurren a las elecciones. Si tienen éxito, dicen mis amigos, el PSOE volverá a ganar las elecciones. Los dos son un poco exagerados, sencillamente, porque piensan. O conocen a alguien que piense y no universalice o, lo que es lo mismo, no generalice. Pensar, pues, es exagerar, y añadir un poco de literatura, poesía, donde sólo hay malas fórmulas pedagógicas. Ostracismo y vasallaje, que son esquemas vacíos de la verdad, son los mayores peligros del hombre excelente, del genuino ciudadano, que no confunde el pensamiento con la palabrería ni menos la palabra con la sensiblería.

El primero de mis amigos es un magnífico historiador, un experto en la historia de César y Marco Bruto, quien me explica que, a juzgar por los ataques que el PSOE en general, y Rodríguez Zapatero, está dirigiendo a Manuel Pizarro, hombre moralmente excelente y profesional de la economía envidiado por el mundo entero, el Gobierno podría hacer cualquier cosa antes de llegar a la fecha de las elecciones. Quizá ya estén estudiando una "ley" para sacar de la política a Pizarro. Mi amigo sospecha de que el Gobierno, ya les decía que es un poco exagerado, querría imponer la odiosa figura del ostracismo. Parece que el PSOE no tiene otra opción, después de que ha fracasado su mayor aspiración, a saber, encontrar a alguien que pudiera competir con Pizarro en sabiduría, bondad y coraje moral.

Porque nadie dude de que, durante la semana pasada, han buscado por todos los medios a alguien que se le pareciera; pero ha sido imposible encontrarlo, entre otras razones, porque nadie educado en la excelencia quiere colaborar con un partido que ha hecho del canto al hombre-masa, al que se conforma con decir que él sólo es mejor que su dirigente, la base de su éxito. Por lo tanto, ante el fracaso de hallar a alguien comparable a Pizarro, el PSOE está dispuesto a reivindicar la figura que tanto éxito tuvo en los peores tiempos de la historia de España, en las épocas más oscuras y dramáticas, el ostracismo. El PSOE, sí, daría cualquier cosa por excluir de la vida pública a los mejores, naturalmente, empezando por quien fuera el presidente de una de las empresas de mayor relieve de España.

El segundo amigo que me encontré en El Rastro es aún más contundente. Es médico del alma, un hombre eminente en los estudios de psicopatología de la vida política española, que ha descubierto que el votante español de izquierdas, o mejor, del PSOE ha regresado a los años treinta. Es, comparado con cualquier otro elector europeo, el más reaccionario y cavernícola de los votantes. Es un genuino vasallo. Prefiere vivir como esclavo antes que esforzase por alcanzar la ciudadanía. Cuanto más se le miente, cuanto más grande es la mentira, el vasallo más se arrima al mentiroso. La perversidad de la sociedad española ha sobrepasado todos los límites, porque demuestra que un mentiroso, incluso el más cruel entre los mentirosos, sí, el que reconoce su mentira y la presenta como un "principio moral", como hizo el presidente del Gobierno el domingo pasado, más se le quiere y se le sigue. O acaso, concluye mi amigo, "¿han bajado estrepitosamente, como en cualquier otro país democrático hubiera sucedido, los índices de popularidad en las encuestas de Rodríguez Zapatero en la última semana?"

No hay nada mejor que hablar con sabios, o sea, con exagerados para saber por dónde va la nación española. Derechos al precipicio.

En España

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