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José Antonio Martínez-Abarca

Si hubiesen condenado a Federico hace veinte años

De un lado está la información "descrispada", veraz y objetiva que pretenden los que toda la vida han visto en casa prensa orgánica, y en el lado contrario está sencillamente el periodismo.

Si trasladáramos la cadena COPE a los Estados Unidos de América, sería considerada una estación de radio familiar que ayuda a los que se han alejado de la moral a cantar salmos sing along y que en su horario de mayor audiencia cuenta con un programa de variedades (meteorología, libros, tertulia) que hace un bien social, porque despierta a los taxistas y a los camioneros a las seis de la mañana mejor que el café. En cambio, si la Fox News se hiciese en España, los que dicen estar contra el insulto ya habrían hecho el juego de palabras entre el nombre plurisemántico de la cadena y la apetencia sexual de su más carismática comentarista política. Y, por supuesto, al segundo día estaría cerrada por orden judicial, tupidos de amenazas sus muros, por haber faltado a la "veracidad", al "honor", al derecho a la "imagen" de los políticos, al "prestigio" de las instituciones, a la "confianza" en el Estado, al progresismo ambiente y a todos esos derechos y garantías exquisitos y fantasmales que no existen más que en países donde no se respeta ninguno.

En realidad, la única prensa que no crispa en los sistemas garantistas anglosajones es la que se sitúa junto a la caja en los supermercados normalmente con el siguiente titular: "Elvis está vivo, escondido en las cuevas de Bora-Bora y anuncia que volverá para el 2030". Ese tipo de reportajes de investigación que no hacen levantar la ceja ni a la más pudibunda de las abuelitas del Ejército de Salvación. En cuanto a la demás prensa, su obligación es, por supuesto, crispar. Su obligación es hacer decir a los políticos que se ha faltado a la veracidad, a su más que sospechoso honor, a su más problemática aún "imagen", al vagaroso "prestigio" de las instituciones y a la siempre desaconsejable "confianza" en el poder. De un lado está la información "descrispada", veraz y objetiva que pretenden los que toda la vida han visto en casa prensa orgánica, y en el lado contrario está sencillamente el periodismo. ¿O no estábamos jugando en España, desde que el "fluido maligno" que bajaba por las lentes de don Emilio Romero (según escribía Jesús Pardo) pasó de moda, a que los periódicos, las radios y las televisiones podían empezar a decir algunas cosas sin que los intervengan, los secuestren o les echen encima a la jauría judicial? Ah, que no. Pues podríamos habernos ahorrado estos últimos treinta años de confusión y carrera equivocada.

Yo, de hecho, me habría ahorrado los últimos casi veinte, desde que mandé mi primer artículo a las que entonces aún eran linotipias. Si el caso Gallardón contra Losantos hubiese sucedido a últimos de los ochenta, me habría dedicado, mejor que a esto, a escribir folletos de vidas ejemplares para elevación del espíritu durante la tradicional Exposición del Santísimo los primeros viernes de mes. A ver cómo me reciclo profesionalmente ahora.

En España

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