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Serafín Fanjul

Contra los tiranos

Lo de verdad importante es que la tal conferencia para el diálogo interreligioso ni siquiera se ha podido celebrar en Arabia, porque la tolerancia islámica lo impide.

Veo dos fotografías de la prensa diaria. En una, un grupo de sudaneses, de momento armados sólo con pancartas y carteles, vocifera esgrimiendo sus aleccionadoras y siempre tranquilizantes leyendas en árabe, de ésas que los llamados musulmanes moderados no traducen nunca: "La voluntad de los pueblos vencerá a los tiranos", reza una enarbolada por un tipo con aire de comer tres veces al día y lavarse de cuando en cuando –tampoco hay que exagerar–, es decir, un sudanés por desgracia poco corriente en lo material, pero de los que se autodefinen como "árabes", aunque en El Cairo no pasarían de porteros, debido al color de su piel. El hombre probablemente sea un funcionario que está ganándose la vida asistiendo a una manifestación de adhesión inquebrantable al presidente de su país, recientemente declarado en busca y captura por el Tribunal Internacional de La Haya (no sé por qué los periodistas de acá se obstinan en denominar "Corte": miren el diccionario, porfa, y déjense de anglicismos) bajo la acusación de responsable del gran genocidio que impunemente perpetran en Darfur él y otros luchadores antiimperialistas del mismo porte y aparato.

En principio, un servidor y otras almas cándidas aplaudimos eso de ir "contra los tiranos", objetivo loable donde los haya. Luego, la ilusión se desvanece cuando comprendemos que los tiranos son los probos y timoratos jueces, educados y con idiomas, que pueblan el susodicho tribunal, que no corte. Y puestos a estirar el argumento, a lo cual en el Tercer Mundo son muy aficionados, los mal mentados déspotas serían todos y cada uno de los mandatarios occidentales elegidos mediante elecciones y preocupados en observar y hacer observar las leyes que garantizan nuestros derechos civiles y políticos. Una pena, vaya, no detentar el poder mediante golpe de estado, dictadura militar o intervención directa de Allah, quien decidió bendecir a éste o aquel territorio con un régimen islamista como el que disfrutan en Sudán: remember a la pánfila maestra inglesa que tuvo la ocurrencia de llamar Muhammad a un osito de peluche. Sin embargo, eso de "contra los tiranos" tiene su gancho, querencias románticas que no nos abandonan. Qué le vamos a hacer.

Hojeo la prensa del día siguiente y lo comprendo todo: Los airados sudaneses han decidido venirse a Madrid para empezar su bendita limpia. Y es que el rey de España recibe al de Arabia, que ha convocado una Conferencia Internacional para el Diálogo (se supone que sociorreligioso y con un ribete político)…¡en Madrid! Obviamos preguntas como quién es el monarca saudí para convocar nada en nuestro país, aunque lo pague –sospecho que sí, con lo que nos saca del petróleo– o por qué el rey de España se aviene a ejercer de anfitrión y patrono de tan indeseable individuo y tan delicuescentes y humorísticos fines. Las respuestas que se me ocurren son demasiado feas; así pues, dejémoslo.

Pero pensemos en la pléyade de príncipes, primos, sobrinos y parentela en general que componen la Casa Real saudí (unos 6.000) y que, en buena medida, habrán acudido como miembros de la corte del soberano árabe. ¿Serán ellos la meta de la recolecta que exigen los cabreados sudaneses? ¡Patarata! En la brillante conferencia de El Pardo –por cierto, al lado de algunos de los asistentes, Franco era un tierno boy-scout enamorado de las flores Edelweiss y Alpenglöckchen, tan dulces– también se ha hablado de tiranos, tiranías, abusos y opresiones…de los europeos, los occidentales en general, los sionistas etc. Que no decaiga. No importa que la mayor parte de las culpas achacables a europeos pertenezcan al pasado, o que las endosadas a estadounidenses e israelíes oscilen entre discutibles y veamos qué hay de cierto. Lo de verdad importante es que la tal conferencia para el diálogo interreligioso ni siquiera se ha podido celebrar en Arabia, porque la tolerancia islámica lo impide, o que resulten cómicas las equiparaciones entre imperialismo –¿cuál de todos?– y terroristas islámicos, los cuales, ante la malvada perfidia de los occidentales, no tienen más remedio que derribar rascacielos en Nueva Cork o dinamitar trenes en Atocha.

Es ocioso preguntarse por la lógica de que venga el rey de Arabia a echar homilías sobre la familia (que se las crea, o no, es otro cantar) al país en que se ha legalizado el matrimonio homosexual y donde se prepara una ley de aborto que ríanse ustedes del doctor Mengele. Desde el lado español, las causas para tragar este Domingo Siete sin sentido permanecen ignotas (¡ay!); desde la banda de ‘Abdallah ibn ‘Abd al- ‘Aziz, no va más allá de un fuego de artificio para consumo interno dentro del mundo musulmán y además…¡en al-Andalus! Ahí es nada. El chistoso evento me recuerda aquellas mascaradas que organizaban Saddam Husein o ‘Abd an-Naser "por la unidad árabe", reuniones a base de somníferos discursos (ellos los juzgaban ardorosos), floripondios y doradísimos sillones Luis XV: como para salir corriendo. De inmediato, aquella misma tarde, seguían acuchillándose –en sentido literal– y conspirando todos contra todos. Pero habían luchado también un rato contra los tiranos, como esos sudaneses negros prestos a continuar despenando a otros negros. Y que al Tribunal de La Haya no se le ocurra rechistar, porque entonces intervendrán Francia e Inglaterra, siempre dispuestas a vender algo a alguien, aunque sean cañones para que nos maten.

P.D. – La Chacón no ha asistido a las ceremonias del 16 de julio en Marín, al parecer por haber una misa: los socialistas han alcanzado la flor y la nata, la cresta de la ola y la quintaesencia del surrealismo. Pretenden una fiesta de la Virgen del Carmen –patrona de la Armada y de los marineros en general; entérate, progre– sin Virgen y sin Carmen. Ya lo decíamos: Rodríguez la designó no por mujer ni por embarazada, sino por ser el mejor dedo en el ojo de los militares. Y es que no en balde "ella también es Rubianes".

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