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Cristina Losada

Las víctimas (colaterales) de Garzón

Las consecuencias políticas de la "memoria histórica", se han analizado cumplidamente. Pero está por hacer el inventario de los efectos que ha tenido sobre las personas en las que tal operación ha despertado expectativas irreales y creencias falsas.

Hace dos semanas, el diario Faro de Vigo publicaba en primera página la foto de un señor de mediana edad acompañada por el titular: "Un vigués investiga si fue secuestrado de bebé por el franquismo". En el interior del periódico, dos páginas se dedicaban a dar cuenta de las sospechas que abrigaba Pablo Fernández sobre su identidad. Sus dudas venían de muy atrás, pero el auto de Garzón en el que se inhibía de la causa que había abierto contra el franquismo, le dio una nueva pista sobre cuál podía ser la solución a su enigma. Desde el punto y hora en que tuvo noticia de que el juez hablaba de "niños robados", creyó que él podía ser uno de ellos.

El dato objetivo que chocaba con su hipótesis consistía en su fecha de nacimiento, que era 1956, pero eso no arredraba a Fernández, que sostenía que era falsa. "Alguien me robó mi verdadera identidad", declaraba en aquel reportaje, asumiendo los términos con que Garzón se refería a los "niños perdidos" en su segundo auto, y sólo en él. En el primero ni siquiera mencionaba el asunto, de lo que se colige que se enteró después de los presuntos raptos. Desde luego, le vino que ni de encargo. Así podía encuadrar la Guerra Civil y la posguerra en los modelos represivos de las dictaduras de Argentina o Chile que tanto juego le han dado en términos de prestigio y de dinero.

Las consecuencias políticas de esa instrumentalización de la Historia con fines de poder que es la tramoya de la "memoria histórica", se han analizado cumplidamente. Pero está por hacer el inventario de los efectos que ha tenido sobre las personas en las que tal operación ha despertado expectativas irreales y creencias falsas. Gente que ha concebido la ilusión de hallar los restos de un abuelo en alguna fosa. O como Fernández, que ahora imagina ser un "niño robado" y ha contratado a una agencia de detectives. Se les ha estimulado y utilizado –también desde la prensa– sin que importara el quebranto que sufrirían una vez que la empresa se demostrara imposible.

La paradoja (aparente) del empeño de Zapatero por hacer de la Guerra Civil materia de confrontación política es que habiéndose erigido sobre la manipulación sentimental, ha despreciado los sentimientos de aquellos directamente afectados. Lo cual revela su naturaleza: no trata de satisfacer un deseo individual de enterrar como es debido a los muertos, sino de fabricar rencor colectivo.

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