En un discurso dado, de unas manifestaciones o de otro contertulio, que desarrolla una serie de proposiciones encadenadas, "negar la mayor" quiere decir que la proposicion primera o más importante de la que después se extraen distintas conclusiones serían quizá verdad o consecuencias si la "mayor" también lo fuera. Por ejemplo, si un político manifiesta que: "El paro en España tiene raices estructurales y por lo tan to bla,bla,bla...", negar la mayor sería estar disconforme con la raiz estructural del desempleo español, lo que evita entrar en las consecuencias que pudieran extraerse de la proposición mayor.
Es curioso, decir cuatro quintos o cuatro quintas partes, que es lo mismo que decir ochenta por ciento, parece más exagerado que lo segundo.
O bien, 80% parece más aséptico, más desapasionado.
Don Amando, me imagino que está usted siendo irónico al comentar que: 1) "Niego la mayor". No se sabe lo que quiere decir y 2) lo del 20 y el 80 % con el que nos fustigan continuamente tampoco.
Por si no es el caso y le ayuda:
1) = la premisa mayor de un silogismo lógico
PREMISA MAYOR: D. Amando tiene pelo en la cara.
PREMISA MENOR: todos los hombres tienen pelo en la cara.
CONCLUSIÓN: D. Amando es un hombre
2) = Recordándonos lo malos que somos ya que un 20 % tenemos el 80% de los recursos del planeta (eso sin contar con el viento que nos ha salido acaparador y lo tiene todo). Y así tener potestad para robarnos los impuestos y cambiar las leyes, por el bien del pueblo y todas esas cosillas que se inventan los nuevos señores feudales del siglo XXI.
"Dicho lo cual..." no tranquilo, que lo le doy más la barrila y ya me despido. Gracias por el artículo.
Genial, Don Amando.
Bueno, vale. Yo conozco a ese contertulio, antes lo oía mucho en la Cope. ¿Verdad, don Amando?
Es cierto, y tiene usted toda la razón del mundo en su exposición del catálogo de trucos que utilizaba ese hombre para apropiarse de una tertulia incluso en presencia de Fede, (al que, por cierto, tampoco parecía fastidiarle tanto). Pero lo cierto es que lo hacía muy bien. Y, también es palabra de Dios que su antagonismo imperturbable, suave y reflexivo, con FJL animaba el cotarro una barbaridad. De hecho y aunque sigue sin caerme nada bien, he aprendido a respetar a ese hombre y a sus opiniones. Otra cosa es que consiga acabarme uno de sus sermones dominicales. ¡Qué va a ser qué no!