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Bernd Dietz

Godos

Lo desconsolador es que el saqueo y desprestigio cultural de España, una de las grandes naciones indiscutibles del planeta, los ha efectuado una recua de políticos e intelectuales españoles, ideológicamente transversal y moralmente enana.

En Canarias se ha producido algún revuelo porque el concejal de seguridad ciudadana en el ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife ha comentado, creemos que con más pachorra que otra cosa, que le entraron ganas de atizar con una piedra a cierto manifestante contrario a las políticas de la corporación cuando, al escuchar su acento mientras leía un comunicado, detectó que pronunciaba las eses y las zetas a la manera peninsular. Porque le irritó que el tipo que le protestaba a la autoridad municipal fuera un godo y no un insular homologado, vamos, con lo poco que cuesta enfatizar los fonemas patrióticos.

Quien ame las Canarias, una de las zonas menos ásperas y pueblerinas de España, no dejará de sentir cierta familiaridad con el responsable del bufido, y le concederá que tal vez estuviese profiriendo su tropo neolítico en plan de guasa, siquiera porque el "tonicazo" que el logopeda le quería propinar al ceceante supondría emplear como arma el tenique o tonique, uno de los tres redondeados pedruscos que habrían utilizado los guanches para arrimar la marmita al fuego. Todo muy étnico y muy indigenista, rindiendo pleitesía a ese comunitarismo cazurro, en modo alguno circunscrito al afortunado archipiélago, que hoy nos embuten por doquier nuestros paleoprogresistas como profilaxis contra el cosmopolitismo y, por ende, contra cualquier eventualidad modernizadora de España. ¿O no están los niñitos de las distintas autonomías curtidos en esas series de dibujos animados que entonan cada una su propia chundarata liliputiense, trufándolas de las locuciones más zafiamente amaneradas (basta reparar en el andalú de la serie Bandolero) que quepa imaginar? De aquellas eses, estos teniques.Y al sabio de Don Marcelino Menéndez Pelayo y a la eufónica lengua castellana, angawa, que los zurzan. O los fuercen, con benignidad multiculturalista, a ubicarse como un regionalismo (perdón, un nacionalismo) más, en la misma Champions League de banderita, himno e infantilización que el resto.

Los rivales políticos de los nacionalistas que gobiernan la ciudad de Santa Cruz, así como, con el apoyo del PP, la comunidad autónoma, esto es, la gran familia socialista, se han apresurado a poner el grito en el cielo. Melindrosos, llaman la atención sobre la olla podrida que componen franquistas, independentistas, peninsulares, etnicistas guanchoides, regionalistas de casino y sospechosos de corrupción dentro de Coalición Canaria, para denunciar que el chascarrillo del tonicazo supondría una desvergonzada exhibición de xenofobia, intolerancia y mangoneo endogámico. Algo que sin duda estaría muy bien, y hasta podría prometer, si no fuera porque el potaje que borbolla en su propio perol no auspicia una mejora del rancho. De hecho, a tales mariposeos con los micronacionalismos cojoneros, y al consiguiente alumbramiento de pamplinas identitarias y de balcanizaciones lingüísticas, por dejar de lado otras concomitancias en el estropicio, no le hace ascos nadie, tampoco este simpático Partido Popular allí donde le cuadra. Así que nunca mejor dicho lo de a ver quién tira la primera piedra.

Comparada con la pantagruélica orgía de polarización asimétrica y reinvención folklórica de la historia llevada a cabo con respecto a Cataluña por obra y gracia, ya no del charnegocefálico Tripartito, sino de los flexibles amigachos en el Gobierno central y en las instituciones estatales que han consentido la irreversibilidad del separatismo, el tonicazo se nos antoja algo sobrio, casi entrañable. Ríase usted si puede de la lanza de Carod. Verá cómo le reducen la cabeza en un pispás, y pasa a engrosar la decoración de estilo colonial (quisimos decir oenegé). Pues aquí apunta maneras de nación identitaria, con sus galones de tribu distintiva y su plan de normalización lingüística, cualquier comarca sin seseo ni agua alrededor, que teme quedarse para vestir santos a menos que postule cuanto antes la etnicidad incontaminada de sus ovejas, sus torrijas y sus coplas. Lo desconsolador es que el saqueo y desprestigio cultural de España, una de las grandes naciones indiscutibles del planeta, los ha efectuado una recua de políticos e intelectuales españoles, ideológicamente transversal y moralmente enana, para mejor embolsarse el botín, asegurar la rustiquez de su clientela y abocarnos alegremente al tercermundismo.

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