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Cristina Losada

Un insensato compadreo del PP

La falta de principios y de inteligencia política conduce a compadreos insensatos. Aunque ya puede coquetear el PP cuanto quiera con los sindicatos radicales, que no se ahorrará ni un conflicto. Le harán todas las huelgas generales y una más, de rebote.

Con la doctrina que prescribe asociarse "al enemigo de mi enemigo" se puede llegar muy lejos en política. Muy lejos, esto es, en el disparate y el desatino. Así le ha ocurrido al Partido Popular gallego a cuenta de una huelga general convocada por el sindicato nacionalista CIG. La jornada, que se bosquejó también en otras regiones, no pasará a los anales por su seguimiento, pero sí por el insospechado respaldo que le brindó el partido del gobierno. Para ser precisos: mostró su acuerdo con los propósitos y puso alguna objeción a la oportunidad. En palabras del portavoz Antonio Rodríguez Miranda, el PP "comparte con la CIG su rechazo a las políticas del Gobierno del Estado", tales como "la congelación de las pensiones, la subida del IVA o la bajada de los salarios de los funcionarios", pero "no puede apoyar esta huelga" por los efectos negativos que tendría sobre la economía. ¿Y si no los tuviera?

Qué pregunta. Si el bolsillo de los gallegos no se resintiera de un cierre total de industrias y comercios en protesta por los recortes del "Gobierno del Estado", los populares, con el presidente Feijóo a la cabeza, se sumarían a la huelga y compartirían las manifas con las huestes de la CIG, el Bloque, la CNT y otros conocidos defensores de la ley y la propiedad privada. Capítulo distinto es cómo los recibirían esas gentes, que tienen al PP por fascista y lacayo del capital. Pero esa escena de alegre promiscuidad entre un partido de derechas y un sindicato nacionalista y piquetero, es la que ha dibujado como posible el solícito portavoz. Total, el único impedimento a esa insólita unidad de acción es de orden táctico: hoy no conviene. Y el corolario lógico es que, mañana, de darse las condiciones objetivas, el PP gallego aplaudiría encantado un paro general y hasta pondría algo de su parte. El fin –contra Zapatero– justifica los medios. Cosas veredes.

La noción misma de que un partido conservador pueda compartir algún designio con organizaciones situadas en sus antípodas ideológicas y propensas a la coacción violenta resulta incongruente. Como es descabellado que un partido de orden muestre complicidad con una acción de raigambre revolucionaria. Pero la falta de principios y de inteligencia política conduce a compadreos insensatos. Aunque ya puede coquetear el PP cuanto quiera con los sindicatos radicales, que no se ahorrará ni un conflicto. Le harán todas las huelgas generales y una más, de rebote.

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