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Carmelo Jordá

El del coche rojo

Mira que es casualidad que con tantos coches baratos que hay en el mercado, justo se vaya a comprar un Skoda Fabia.

Se nos ha aparecido el candidato socialista en un coche propio, utilitario, de marca baratita, con once años de uso y, eso sí, de flamante color rojo. Es más, en el colmo de la identificación con el pueblo soberano, nuestro hombre (no entiendan lo de nuestro en el sentido literal) se ha permitido el lujo de pagar el parquímetro él solito y, es de suponer, con su propio dinero.

La escena se ha vivido en dos actos: primero se prepararon convenientemente unas fotos improvisadas para que aparecieran en la prensa y luego el propio candidato socialista presumía de su heroicidad en una entrevista en la radio pública.

Para analizar el evento hay que tener cuenta que de Política con mayúscula Rubalcaba no sabe mucho, de acuerdo, pero que de politiqueo y técnicas de marketing sí sabe lo suyo. Y tampoco hay que olvidar que si de algo tiene merecida fama en su vida es de que no da puntada sin hilo.

Es evidente, por tanto, que esta exhibición de modestia busca causar un efecto en el electorado: oigan, señores votantes progresistas, que yo soy un hombre sencillo que voy con mi utilitario de acá para allá como un ciudadano más.

Eso sí, permítanme dudar de que pasear el cochecito por ahí tenga en realidad efecto electoral alguno: a estas alturas y después de 23 años subido al coche oficial el ex superministro puede salir a la calle vestido de franciscano y a lomos de un borriquillo si quiere, pero la estampa (muy divertida, eso sí) tampoco serviría para que olvidásemos que hasta hace tan poco como dos meses si levantaba su trasero del mullido asiento del coche oficial era... para ponerlo en la butaca igualmente mullida del Falcon.

Como tampoco servirá para que olvidemos que ese señor calvo tan simpático y modesto ha sido el factótum de un partido y un Gobierno que nos han llevado a unas cotas de crisis y de paro sin precedentes y que han hundido a la sociedad en un estado de desesperanza que no conocíamos; de un Ejecutivo que ha abierto las puertas de las instituciones a los amigos de ETA; de un ministro cuyos subordinados se dedicaban a dar chivatazos a los delincuentes.

Para esto ha quedado la inmensa y otrora poderosa maquinaria propagandística del PSOE: para que Rubalcaba luzca un cochecito en el telediario como si se fuera de puente a Gandía y para agitar el espantajo de Franco en las previas a las elecciones generalísimas. Poca cosa es, la verdad.

Estaremos de acuerdo que son movimientos desesperados, pero aun así me llama la atención que la percepción de la sociedad que tienen los políticos y los partidos (todos) esté tan distorsionada: ¿Creen que la gente se va a creer este tipo de milongas? ¿Piensan que un votante que o bien ha perdido su trabajo o bien teme perderlo cualquier día de estos puede cambiar su voto pensando en si Franco esto o el 20N lo otro? ¿De verdad suponen que es posible blanquear un pasado tan cercano subiéndolo a un utilitario?

Y por último, mira que es casualidad que con tantos coches baratos que hay en el mercado, justo se vaya a comprar un Skoda Fabia.

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