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Agapito Maestre

La campaña electoral

Nunca es fácil acabar con los rituales bárbaros, menos todavía con los rituales, más o menos, civilizados, pero que no sirven para mucho, por ejemplo, la pegada de carteles de todos los partidos políticos que anuncia el inicio de una campaña electoral.

El ruido terrible de un martillo eléctrico retumba sobre mi cabeza. Unos obreros del ministerio de Hacienda, mandados por Zapatero, tratan de destruir con poco éxito un antiguo escudo de España de una de las puertas de la antigua Casa de Aduana. Es una barrabasada más contra el magnífico edificio, monumento "nacional", que construyó Sabatini. Los obreros llevan más de tres días afanados con ese trabajo de destrucción, pero sólo han conseguido que los vecinos de la zona tengamos los nervios destrozados. Son malos hasta para derribar una construcción. La obsesión de Zapatero por hacer desaparecer los vestigios del pasado, en realidad, por dinamitar la historia y la memoria de España, me recuerda a los talibán de Afganistán disparando sus armas contra las figuras sagradas, sus divinidades, esculpidas en la piedra.

Aunque las creíamos superadas, las conductas de Zapatero y los talibán son terribles rituales que vuelven una y otra vez: la historia es una caja de sorpresas. Nunca es fácil acabar con los rituales bárbaros, menos todavía con los rituales, más o menos, civilizados, pero que no sirven para mucho, por ejemplo, la pegada de carteles de todos los partidos políticos que anuncia el inicio de una campaña electoral. Anoche se cumplió una vez más escrupulosamente ese ritual. Cierto es que a nadie le molesta esta repetitiva y mala actuación de los políticos ante las cámaras de televisión, pero tampoco entusiasman al respetable; esa representación cumple una sencilla función: recordarnos que unos partidos políticos del siglo XXI, se dice pronto, harán una campaña electoral propia del siglo XIX. Los políticos están arruinando la política. Son inactuales. La política es vida, pura actualidad, pero los políticos la visten con sus mortajas para ocultarla.

Los políticos españoles han conseguido un país a su medida. Mortecino. Pero, como digo, la historia es una caja de sorpresas. No todo es previsible. Ya sé, ya sé, que es una mínima esperanza contra lo que será una campaña pesada y aburrida. O sea, los hechos le darán la razón, seguramente, a las encuestas que sólo ven un ganador por mayoría absoluta: el PP. Ojalá sea así. Pero, mientras tanto, mientras llega el día 20 de noviembre, este partido, según algunos de sus principales dirigentes, sólo tiene en contra las "sorpresitas" de carácter más o menos fraudulento que le prepare el PSOE. Nunca se sabe qué artimaña utilizará el PSOE para torcer la voluntad de los electores, pero, en mi opinión, es de las pocas veces en la historia de este partido que no espero absolutamente nada de él, ni siquiera para el mal, porque está muerto.

Zapatero ya ha pasado a la historia como un vulgar talibán, pero, sobre todo, por ser un dirigente político que ha terminado con un partido que, a veces, daba miedo.

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