Esperanza, con todos los respetos,
no me puedo tragar que te hayas ido
por dedicar más tiempo a tu marido,
a tu madre, a tus hijos o a tus nietos.
Algún día sabremos tus secretos,
pues no me creo que hayas dimitido
tampoco por el cáncer que has tenido,
y menos por temor de afrontar retos.
De la misma manera, se descarta
que te hayas aburrido o que estés harta
de ser quien da la cara en la derecha.
Sospecho que te vas (y es mi zozobra)
porque, en alguna turbia maniobra,
hay alguien poderoso que te echa.