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Cristina Losada

Disparar contra los políticos

Mucho cuidado con la comprensión. La comprensión también ha favorecido a los grupos terroristas, como la ETA.

Mucho cuidado con la comprensión. La comprensión también ha favorecido a los grupos terroristas, como la ETA.

En Italia, un hombre disparó contra tres políticos que resultaron ser dos carabineros y una mujer embarazada. El relato de los motivos que expuso el fiscal jefe de Roma es una asombrosa exculpación preventiva. El autor de los disparos, dijo el fiscal Laviani, es un hombre desesperado, lleno de problemas, sin trabajo, separado de su mujer, que ha tenido que regresar a casa de sus padres en Calabria. Quería disparar a los políticos, pero como estaban demasiado lejos, ¡zas!, disparó contra los policías y alcanzó, de paso, a una transeúnte. El hombre no odia a nadie en concreto, aunque eso no es excepcional: casi nunca lo hacen los que disparan por la política o contra ella. Sólo quería hacer algo llamativo en un día especial, el día en que juraban sus cargos los miembros del nuevo Gobierno italiano. Una giornata particolare.

Yo no sé si el fiscal quería dejar claro de esa manera que Luigi Preiti es un lobo solitario y no el miembro de una banda terrorista, por ejemplo. Pero su relato y el relato que difunde la prensa destilan una comprensión inusitada. Una comprensión que, me temo, está en directa relación con el supuesto motivo, la desesperación, y el fallido objetivo, los políticos. Es una comprensión que resulta difícil de entender si se prescinde del medio ambiente. En Italia, aún más que en España, los políticos han sido declarados culpables. Culpables de la crisis económica y culpables de la desesperación. Los de Pepito Grillo sólo son la espuma del oleaje. Uno puede leer a reputados economistas italianos que los fracasos de Italia hay que imputárselos a la elite dirigente. La sociedad es virtuosa, pero produce dirigentes ineptos y corruptos no se sabe cómo; ah, sí, es el maldito sistema.

Mucho cuidado con la comprensión. La comprensión también ha favorecido a los grupos terroristas, como la ETA. Y más cuidado todavía con la legitimación de la violencia simbólica. Esa legitimación, en concreto, que aquí están regalando dirigentes de partidos, medios de comunicación y hasta figuras del poder judicial a la práctica de los escraches. Porque si se justifica ¡y celebra! que vayan a las casas de ciertos políticos a acosarles y a llamarles criminales por no hacer lo que les exigen; y si se asegura que esos políticos están provocando muertes, muertes por suicidio y muertes por los recortes en sanidad, entonces... entonces tenemos el clima emotivo propicio para el siguiente paso. No hay un salto cuántico entre la violencia de baja intensidad y la violencia pura y dura. La frontera es porosa. La comprensión, esa dulce compañía, ayuda a atravesarla.

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