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Fundación Heritage

La política de Obama se tambalea

La administración Obama no apreció hasta qué punto la política egipcia es un deporte extremo con consecuencias letales

La influencia de la administración Obama en Egipto se ha evaporado a medida que las esperanzas de la "Primavera Árabe" de este país de una transición democrática se han ido marchitando tras el aumento de la violencia que se ha producido este verano. El ejército egipcio, que derrocó al impopular, autocrático y antioccidental presidente Mohamed Morsi con un golpe de Estado el pasado 3 de julio, ha hecho oídos sordos a las llamadas de Washington en pro de un acuerdo político con el movimiento de los Hermanos Musulmanes de Morsi, exactamente igual que Morsi hizo caso omiso a los llamamientos para que compartiera el poder político antes del golpe.

Los responsables políticos egipcios mantienen que buscaron un compromiso político con Morsi, pero que se les rechazó repetidamente: "Hicimos lo imposible para atraer a los Hermanos", comentaba uno de ellos en el Wall Street Journal. Pero Morsi, al contar con un continuo respaldo por parte de la administración Obama, rehusó con terquedad ceder en su exigencia de ser restablecido como presidente. Eso era algo con lo que los militares nunca estarían de acuerdo después de que los egipcios protagonizaran el 30 de junio las mayores manifestaciones de la historia de la humanidad para pedir la dimisión de Morsi.

Es decir, que la administración Obama centró de forma irreal sus esperanzas en una reconciliación política basándose en una quimera. Morsi continuaba actuando como si el estrecho margen de su victoria en las elecciones de 2012 lo autorizara para hacer que los egipcios tragasen con su agenda islamista. Y el ejército, respaldado por un fuerte apoyo popular, rechazaba cualquier compromiso que restituyese en el poder a Morsi o a sus compinches de los Hermanos Musulmanes.

La administración no apreció hasta qué punto la política egipcia es un deporte extremo con consecuencias letales, en el que el compromiso se percibe a menudo como una debilidad. No debería haber supuesto una sorpresa que Morsi, que jamás fue un auténtico líder democrático, actuara como un dictador después de asumir el cargo. Pero al no criticar púbicamente ni penalizar su apropiación del poder, parecía que la administración respaldaba con entusiasmo a los Hermanos Musulmanes, lo que hizo que perdiera su credibilidad ante muchos egipcios, particularmente entre laicos, cristianos y los líderes democráticos progresistas, que deberían haber sido los aliados naturales de Estados Unidos.

Desesperados, muchos egipcios pidieron públicamente que interviniera el ejército, como así hizo el 3 de julio. Ahora Egipto se encuentra inmerso en unos violentos enfrentamientos políticos que se han cobrado más de 600 vidas. Los Hermanos Musulmanes convocaron el viernes pasado manifestaciones masivas como parte de su "Viernes de la ira". Y sus seguidores continúan atacando edificios públicos, comisarías de policía, así como las iglesias, negocios y hogares de la minoría cristiana copta de Egipto.

El gobierno interino de Egipto ha autorizado un mayor uso de la fuerza para reprimir estos ataques contra los edificios y el personal del gobierno. El gobierno ha afirmado que 43 agentes de seguridad murieron en los choques con los manifestantes pro-Morsi, que fortificaron dos plazas de El Cairo e intercambiaron disparos con la policía antes de que fueran expulsados de forma violenta el pasado miércoles. Es probable que se produzca una escalada de la violencia mientras los Hermanos Musulmanes continúen pidiendo el derrocamiento del nuevo gobierno.

Al provocar más violencia, los Hermanos Musulmanes esperan que aumente la desafección hacia el gobierno así como que surja una brecha entre éste y sus partidarios en Occidente. Por su parte, el ejército está apostando por que los atentados terroristas de los partidarios de Morsi y de los grupos terroristas islamistas ultrarradicales que han estado proliferando en el Sinaí los alejen más de los egipcios y mermen el respaldo popular de los Hermanos.

La administración Obama ha tratado de servir de mediador neutral entre sus anteriores protegidos de los Hermanos Musulmanes y el nuevo régimen respaldado por los militares, pero ambas partes desconfían de ella, pues consideran que es un socio ingenuo y poco fiable. El presidente Obama trató de mantener una posición neutral en una declaración efectuada la semana pasada en la que anunció la cancelación de unos ejercicios militares con las fuerzas armadas egipcias previstos para el mes que viene, pero rechazó cortar de forma inmediata con la ayuda que Estados Unidos presta a Egipto.

Es improbable que el carácter simbólico de estos paños calientes apacigüe la crisis o satisfaga a algunas de las facciones egipcias (o incluso a Washington). Como observó hace unos días en el Washington Post el columnista Jackson Diehl: "Obama parece un presidente que rehúye un mundo que no se parece en nada al que se imaginaba cuando llegó al cargo".

La implosión de la política de actuación de la administración en Egipto es un modelo a escala de su fallido enfoque de las revueltas de la "Primavera Árabe", que han desestabilizado a muchos otros países durante los dos últimos años y medio. El resultado ha sido un declive de la influencia, la seguridad y el prestigio americanos. Mientras tanto, Egipto se está hundiendo en el caos, la violencia política y el desastre económico.

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