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Manuel Llamas

Populismo en estado puro

Tan sólo cabe confiar en el buen criterio de los españoles para que este tipo de movimientos, marcadamente anticapitalistas y liberticidas, no alcance el poder.

Tan sólo cabe confiar en el buen criterio de los españoles para que este tipo de movimientos, marcadamente anticapitalistas y liberticidas, no alcance el poder.

El movimiento 15-M, ese amorfo crisol de idealistas, indignados y perroflautas que ocupó la Puerta del Sol de Madrid en señal de protesta contra la crisis, los recortes públicos y los presuntos culpables de todas las desgracias que sufre España, los malvados mercados, ya cuenta con su particular organización política. La formación en cuestión se llama Partido X y fue presentada oficialmente el pasado martes. Se trata del ingrediente final que le faltaba a la paupérrima clase dirigente de este país para que, en caso de que triunfe en las urnas, España se sume al vergonzoso listado de países desarrollados con un alto riesgo de caer de lleno en el populismo. Sucedió en Grecia, con el espectacular ascenso de Syriza, una coalición de extrema izquierda, y, en menor medida, los nazis de Amanecer Dorado, hoy ilegalizados, y posteriormente en Italia, tras la inesperada irrupción del Movimiento 5 Estrellas, liderado por el cómico Beppe Grillo, con un discurso frontal contra los partidos tradicionales, la especulación financiera y la austeridad presupuestaria impuesta por Bruselas y, muy especialmente, por Angela Merkel.

El recién nacido Partido X instaura este mismo fenómeno populista en España. Para empezar, su eje programático es "democracia y punto", un efectivo eslogan publicitario con el que se pretende implantar la denominada democracia participativa o directa, que, en esencia, no es otra cosa que la dictadura de la muchedumbre, es decir, populismo en estado puro. Dicha idea consiste, básicamente, en aplicar el sistema asambleario propio de sus quedadas callejeras, sólo que en el plano institucional, en el Congreso, mediante el uso sistemático del voto electrónico para que sean los propios electores y no sus representantes (políticos) quienes aprueben, deroguen o elaboren las leyes. "La élite política, tal y como era conocida en el antiguo régimen, desaparece, siendo sustituida por unos empleados públicos electos que recopilan y ejecutan de la forma más eficaz posible las soluciones creadas por el saber experto de la sociedad ", esto es, todas las personas con derecho a voto, según afirma su programa.

Aunque, a primera vista, pueda sonar bien para el común de los mortales, en la práctica se trata de otra forma de dictadura, donde la mayoría podría imponer su arbitraria voluntad al resto, sin importar el atropello de derechos y libertades fundamentales básicas. Los Padres Fundadores de EEUU advirtieron profusamente sobre este tipo de riesgos. No en vano, históricamente sólo ha habido dos formas de entender el fundamental concepto de libertad: 1) independencia del individuo con respecto al poder político en un determinado círculo de actividades; 2) participación activa del individuo en el Gobierno mediante elecciones o en la elaboración de las leyes. Mientras el liberalismo se centra en la primera cuestión, cómo se gobierna, la democracia se preocupa tan sólo por quién gobierna. Son, por tanto, dos perspectivas diferentes, con resultados, igualmente, distintos. Así, la democracia directa podría amparar, perfectamente, aberraciones de todo tipo por el mero hecho de contar con el respaldo de la mayoría de la población. En este sentido, el sistema que propugna el Partido X no deja de ser una especie de populismo institucional mediante la universalización del voto electrónico, implantando así un "Wikigobierno" y una "Wikilegislación", según sus propios términos.

Y como no hay mejor lección que pregonar con el ejemplo, sus miembros y simpatizantes han elaborado un "Plan de emergencia para salir de la crisis" mediante la participación directa de la ciudadanía, en el que, entre otras muchas y contradictorias propuestas, abogan por la nacionalización indefinida de las cajas rescatadas, por subir los impuestos a las rentas altas o "auditar" la deuda pública con el fin de que el Estado suspenda pagos, además de por mantener un gasto y un déficit público elevados. Medidas, por tanto, similares a las que en su día reclamaba el 15-M o Democracia Real Ya en las calles y que, de igual modo, está intentando impulsar Izquierda Unida desde dentro del actual sistema político. La irrupción del nuevo partido de los indignados, sumado al espectacular auge electoral que está experimentando IU y la creciente radicalización del PSOE –con Susana Díaz a la cabeza en Andalucía–, ofrece un caldo de cultivo idóneo para que el siempre peligroso populismo arraigue con fuerza en España. Por desgracia, la timorata posición ideológica que mantiene la actual cúpula del PP, donde reina la socialdemocracia, no ayuda en nada a su contención, más bien al contrario. Tan sólo cabe confiar en el buen criterio de los españoles para que este tipo de movimientos, marcadamente anticapitalistas y liberticidas, no alcance el poder político en los próximos años. El populismo made in Spain ya está aquí, de nosotros dependerá que triunfe o no.

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