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Pedro Fernández Barbadillo

No hubo próspero Año Nuevo para Arrizabalaga

¿Se puede decir en serio que ETA ha sido vencida sin que haya obtenido nada por sus cientos de asesinados y mutilados?

Entre las frases idiotas que nos ha dejado la Transición y que han arraigado en la mente de los españoles, las hay divertidas como las que pronunciaba el anterior rey Juan Carlos ("En estas entrañables fechas", "la Reina y yo"…) o cualquier míster del fútbol ("los partidos duran noventa minutos", "somos campeones morales"…) y también las hay indignantes, como la de que "todos los políticos son iguales" y "ETA no ha conseguido sus objetivos".

Esta última se pronuncia mucho, sobre todo desde que ETA nos ha hecho la merced de dejar de matar. Baste esta simple antología:

"ETA una vez más ha optado por la violencia y voy a decir una cosa con toda claridad en estos cuarenta años no han conseguido nada con la violencia y le puedo asegurar que nada van a conseguir" (Alfredo Pérez Rubalcaba, ministro de Interior, 5-6-2007)

"Hay que desterrar cualquier beneficio de duda sobre si ETA o la izquierda abertzale han vencido; sólo han llenado cementerios y cárceles; no han conseguido nada" (Íñigo Urkullu, presidente del Gobierno vasco, 27-10-2011)

"ETA no ha conseguido nada. Han matado a 827 personas para nada" (Luis R. Aizpeolea, periodista, 11-12-2013).

"Hemos conseguido acabar con ETA sin haberles concedido absolutamente nada (Patxi López, ex presidente del Gobierno vasco, 19-1-2014)

¿Se puede decir en serio que ETA ha sido vencida sin que haya obtenido nada por sus cientos de asesinados y mutilados? En un país donde la hija de una víctima de ETA, Eulàlia Lluch, hija de Ernst Lluch, asesinado en 2000, afirmó que el final del llamado conflicto vasco debía ser dialogado, tomando como ejemplo el final de la Segunda Guerra Mundial ("¿Cómo acabó la Segunda Guerra Mundial? Sentados en una mesa. Los dos bandos"), cuando en realidad ésta acabó con la rendición incondicional de Alemania y Japón, hay que explicar lo evidente, y es que ETA se congela en parte porque ha conseguido sus objetivos.


La misión de ETA, "blindar la hegemonía nacionalista"

Recientemente, en una columna publicada en Libertaddigital, ETA ha ganado, Jesús Laínz explicó en qué consiste la victoria de los terroristas que mataban por una Euskadi socialista e independiente.

ETA no ha fracasado. Todo lo contrario: ha conseguido más nacionalismo, más concesiones políticas como la imposición lingüística y la utilización de la educación para el adoctrinamiento. Por no hablar de una Constitución –en concreto su Título VIII– que, como explicó Gabriel Cisneros, se redactó mirando de reojo a ETA. No por casualidad el propio Cisneros recibió un balazo en el estómago, por el que fue procesado Arnaldo Otegi, el hombre de paz de Zapatero.

En un artículo, Fernando Savater reconocía que ETA había cumplido la misión para la que había nacido: imponer a balazos y bombazos el nacionalismo.

El terrorismo de ETA tenía como propósito imposibilitar el funcionamiento de la democracia constitucional en el País Vasco y blindar la hegemonía nacionalista a sangre y fuego, aplicando a sus enemigos la teoría de los tres tercios del fascista croata Ante Pavelic: un tercio muertos, un tercio expulsados y el otro, sometidos. En ese empeño los etarras sacudieron el árbol, dando la cara brutal, extorsionadora y asesina. Pero otros recogían las nueces

Antes de la guerra civil, en las elecciones a Cortes de la II República, el PNV, único representante político del nacionalismo, junto con la minúscula Acción Nacionalista Vasca (ANV), laica y de izquierdas, integrada luego en Herri Batasuna, sólo captaba un tercio del voto. En los primeros años 80, todo el espectro político separatista (PNV, Eusko Alkartasuna Herri Batasuna y Euskadiko Ezkerra) superaba los dos tercios del voto válido en las elecciones al Parlamento vasco. ¿Habría sido posible sin la limpieza étnica perpetrada por ETA, que incluso tiene desaparecidos entre sus víctimas?


Denunciado por vecinos chivatos

El miedo era tal que en las elecciones de 1977, la única provincia por la que UCD no tuvo diputado ninguno fue Guipúzcoa. El partido no encontró gente para formar una lista. Entre los ejemplos de ese exterminio de los traidores, los zipaios o las ratas (como en un artículo definió el diputado peneuvista a los emigrantes castellanos en 1998) realizado por el brazo armado del abertzalismo escojo el asesinato de José María Arrizabalaga Arcocha, jefe de la Juventud de la Comunión Tradicionalista de Vizcaya, por tres motivos: porque se produjo el 27 de diciembre de 1978, hace 36 años, porque casi nadie le recuerda y porque representa la persecución en la Transición a los partidos no nacionalistas, ante la indiferencia de gran parte de la sociedad vasca, incluyendo el clero católico.

En los años anteriores, el carlismo, que había dominado los pueblos vascos y navarros durante el franquismo, había comenzado una imparable decadencia, debido a la renuncia de la Iglesia a la confesionalidad del Estado. Además, se había escindido entre dos pretendientes, Carlos Hugo, republicano (sic), socialista y autogestionario, y Javier, tradicional y de extrema derecha. Arrizabalaga, de 27 años, militaba a favor de éste en la Comunión Tradicionalista. Era de Ondárroa, pueblo pesquero que en la guerra dio docenas de voluntarios a la marina de los sublevados y al requeté, pero que desde las elecciones municipales de 1979 la mayoría de sus alcaldes ha sido de HB o Bildu.

Arrizabalaga trabajaba como funcionario en la biblioteca municipal de su pueblo. Casi un año antes de su muerte, había sufrido un accidente practicando paracaidismo, del que se recuperaba en Archanda (Bilbao). En cuanto disponía de un poco de tiempo libre, y pese a estar de baja laboral, marchaba a su pueblo a adelantar su trabajo.

El 27 de diciembre, por la tarde, dos etarras, seguramente avisados por algún chivato del pueblo, le sorprendieron en la biblioteca municipal y le dispararon once balas. Un familiar afirmó que el asesinato se produjo con dos niños presentes. Su hermano Miguel Ángel, que había sido alcalde del pueblo durante seis años, contó que la familia había sufrido otro atentado en la droguería ondarrutara, propiedad de su padre, unos años antes. Las culpas de los Arrizabalaga se resumían en "creer en Dios y amar a España".

Su funeral, realizado en una iglesia local, fue una de las últimas veces, sino la última, que ha flameado la bandera nacional en Ondárroa.

Asesinos liberados

José María Arrizabalaga se trata de uno de los muchos vascos asesinados por los terroristas, con la complicidad en el silencio de los abertzales, los que recogían las nueces, que eran las transferencias concedidas por los Gobiernos de Madrid. Para Arrizabalaga, así como para otras docenas de vascos y navarros, no hay ni placas, ni memoriales, ni días de recuerdo, ni notas a pie de página. El Ayuntamiento de San Sebastián, controlado por Bildu, retiró una placa en memoria de dos víctimas de ETA colocada por la asociación COVITE.

El 29 de diciembre, ETA-Militar se atribuyó el asesinato del joven carlista y en 1980 la Guardia Civil detuvo a sus asesinos. Uno de ellos, José Antonio Echevarri Ayesta, salió de prisión en enero de 2002, después de solo 22 años encarcelado. Otro, Juan Carlos Gorrindo Echeandia, condenado a 58 años, obtuvo el tercer grado en 1996.

El asesinato se produjo el mismo día de la promulgación por el rey Juan Carlos de la Constitución, que permitía la autonomía de la región vasca, por la que, decían los ingenuos de Madrid, ETA mataba.

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