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Miserables

Qué uso repugnante de las 'políticas sociales' hacen quienes más se llenan la boca con las penalidades de los más necesitados.

Que la Generalidad catalana vaya a obligar a realizar cursos de catalán a aquellas personas en situación de exclusión que reciben la Renta Mínima de Inserción define perfectamente la concepción de la gestión pública y el dinero del presupuesto que tienen partidos nacionalistas como Democracia y Libertad y ERC.

Para ellos, todo –instituciones, cargos, subvenciones, ayudas…– son herramientas legítimas en pos de la consecución de un fin último y único: la construcción de una nación que, visto el empeño que ponen en edificarla, es obvio que no existe.

Esta medida dice mucho también de la hipocresía y la miseria moral de aquellos que no dejan de criticar los "recortes" de los demás y presumen de agenda social –incluso es una de excusas esgrimidas para la independencia– pero que a la hora de la verdad usan hasta el dinero destinado a los más desesperados para sus execrables objetivos secesionistas.

No son, por desgracia, los únicos hipócritas del panorama político: tanto el PSOE como Podemos predican la necesidad de desalojar al PP del Gobierno para poder atajar una dramática emergencia social y detener los terribles ataques al Estado del Bienestar de "la derecha", pero no dirán nada de esta atroz agenda separatista en la que hasta la Renta Mínima de Inserción no depende de las verdaderas necesidades de los destinatarios, sino de la lengua en la que sean capaces de expresarse.

Tanto los presuntos adalides de "la gente" como Pedro Sánchez y los suyos están dispuestos a llegar al poder de la mano de este nacionalismo desquiciado y clasista, capaz de elevar a rango de ley que sólo se puede pasar hambre en el idioma que dicten los jefes supremos de la tribu.

Unos y otros dicen defender a los más desfavorecidos, pero tanto sus acciones como sus estruendosos silencios demuestran que lo único que de verdad les mueve son sus intereses más groseros, ya sea construir una nación basada en mentiras pagadas con dinero público, llegar a La Moncloa para evitar la muerte política o que no les manden al gallinero antes de asaltar el cielo.

Lo llamarán política, pero es otra cosa.

En España

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