Pido perdón, señoras, por ser varón. Lo siento.
Milenios de machismo me pesan en la entraña.
Quiero enmendar mi instinto chulángano y violento.
Mi condición despótica de bárbara alimaña.
En casos de maltrato, la culpa es mía en parte.
Si ocurren violaciones, también me toca un cacho.
Y en el feminicidio, mi género comparte
la deuda originaria de la índole del macho.
Ser macho no es un lance de albures anatómicos.
Tenemos el estigma debajo del gayumbo.
Maldigo a mis maléficos azares cromosómicos.
Pero eso sí, prometo que cambiaré mi rumbo.
¡Voy a amputarme el pene, y usarlo como fusta
para disciplinarme con fuerza las espaldas!
¡Y gritaré entre tanto lo mucho que me gusta
que al fin a los semáforos les hayan puesto faldas!