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Enrique Navarro

Los enemigos de la libertad

La política exterior occidental no es que dé bandazos sino que está absolutamente sin rumbo, al pairo de los vientos que nos sacuden en cada momento.

La libertad en el mundo occidental tiene por desgracia enemigos poderosos que son capaces, aun con unos medios infinitamente más escasos que los de los gobiernos, de provocar un sentimiento de inseguridad como no habíamos conocido en Europa especialmente durante las últimas décadas. La capacidad de provocar muerte y destrucción es sencilla en un mundo tan global donde siempre que se ponen en juego libertad y seguridad predomina la primera. Las fronteras cada vez son más permeables; la información fluye a la velocidad de la luz y llega a todos nuestros terminales en menos de un segundo sin apenas un filtro o una explicación. El gran éxito del Estado Islámico ha sido movilizar a jóvenes en un proceso de decadencia personal con claros tintes violentos para reconducirlos a una causa que ni entienden ni comparten pero que les da un sentido vital. Así de loca está la gente que nos rodea. Es cierto que no debemos sacar el problema de sus justos términos ya que son unos centenares de terroristas entre cuatrocientos millones de europeos los que se han adherido al Estado Islámico, pero no por ello debemos obviar que existe un problema de fondo que es la debilidad de las sociedades libres frente a comunidades fortalecidas por una religión y unos valores excluyentes que dificultan su integración en las sociedades europeas para desgracia de todos.

Pero el enemigo está en casa, está dentro de nosotros, y mientras no ganemos esta batalla particular contra nosotros mismos, no vamos a vivir seguros y confiados en nuestra vieja Europa. ¿Quiénes son estos enemigos que nos sacuden y hacen que cualquier desharrapado pueda poner en jaque a los servicios de inteligencia y de seguridad de las principales potencias mundiales? Son enemigos inconscientes en gran medida; ni siquiera encuentran nexo de unión entre sus actos y los ataques que sufrimos; es más, son ellos los que suelen encontrar razones o motivos en dichos ataques que van más allá de sus autores materiales y sus inductores.

El primer enemigo es el victimismo. Occidente es culpable de haber despertado al monstruo. El capitalismo, el cristianismo, la explotación de los países en desarrollo, los fabricantes de armas, la derecha política, son los causantes; y por tanto la única forma de devolvernos la seguridad es terminando con las causas. Esto es una majadería absoluta. En primer lugar, los que aducen semejantes razones son los verdaderos enemigos de la libertad, que buscan en cualquier evento por desgraciado que parezca su causa para poner en cuestión nuestros valores y el sistema democrático. Esto no es nuevo; lo inventó Carlos Marx y lo siguieron Adolf Hitler, Stalin, Mussolini, Mao, etc. La claque de todos estos movimientos estaba en los movimientos politicos que surgieron de la inacción y del abandono de los partidos conservadores y socialdemócratas occidentales. La izquierda y la derecha reaccionaria europea se aprovecharon de la debilidad, del ñoñerismo de los partidos tradicionales para hacer su agosto y todavía hoy en cuanto divisan un hueco penetran en nuestras permeables instituciones para, erosionado el sistema por dentro, terminar con la democracia y la libertad. Solo desde dentro del sistema se pueda dinamitar nuestro sistema de valores.

El segundo enemigo es la irresponsabilidad de los gobiernos. La política exterior occidental no es que dé bandazos sino que está absolutamente sin rumbo, al pairo de los vientos que nos sacuden en cada momento. La historia de la diplomacia occidental está llena de grandes errores que se corrigen a veces, con gran esfuerzo y dolor. Los gobiernos, o practican la política del avestruz o bien la del cañonazo sin sentido. Política del avestruz fue lo que hicieron muchos gobiernos con respecto a ETA durante los años de plomo, como la comprensión de movimientos terroristas en Irlanda del Norte o en América Latina. Nadie como Occidente para dar alas a los grupos terroristas de medio mundo para creerse capaces de poder cambiar el rumbo de la libertad por la fuerza. La diplomacia de los misiles de los últimos años ha sido también un desastre; atacar Libia, apoyar la revolución en los países árabes en busca de un sueño que no está hecho todavía para todos. Para Occidente la única política exterior posible es la que proporciona seguridad a los que habitan en esta casa de la libertad y asegura los recursos necesarios para nuestro bienestar. Todo lo demás son ejercicios de principiantes buenistas que se vuelven contra nosotros mismos.

El tercer enemigo es la debilidad moral de nuestra sociedad. Todos los valores que nos hicieron fuertes no sólo están en decadencia por los ataques del nihilismo agresivo, sino por la ausencia de fortaleza moral. Nos han hecho dudar de nuestros principios y la defensa de los mismos se ha transformado en un ataque a los valores que supuestamente defendemos. Occidente es una combinación de racionalismo, religión, ilustración, emprendimiento económico y libertades individuales. Cualquier ataque contra estos valores requiere de la mayor fortaleza en su defensa. Pareciera que lo progre es poner en cuestión todo en cuanto nos fundamentamos, pero muchos siguen pensando que es un movimiento artístico cuando en el fondo es una ataque directo a nuestra forma de convivencia para cambiar hacia un modelo de Gulag. No debemos tener miedo a defendernos con todos los medios necesarios dentro de nuestro sistema de valores.

El cuarto enemigo es la cobardía. Europa ya no es capaz de movilizarse por la defensa de la libertad y solo se echa a la calle para celebrar la fiesta de las vanidades, pero sin categoría moral alguna. Que Occidente no haya roto ya todos sus lazos con el régimen de Maduro para exigir la inmediata liberación de los presos politicos y que en cambio compadree con los que siguen atentando en sus países contra la libertad es un ejemplo de cobardía histórica. La guerra de la libertad no se gana si no es con la presión y a la vez con la mano extendida pero no a los opresores sino a los oprimidos. La lucha de la libertad y la seguridad se gana en los campos de batalla donde el enemigo se organiza ya sea en Irak o en el Sahel y no en los despachos en funciones. Pareciera que nadie quiere gobernar en España por la cobardía que sienten ante la necesidad de actuar y de explicarse ante sus electores que viven anclados en el buenismo ilusorio. Permitir que en nuestro sistema político puedan habitar y beneficiarse los que aplauden o comprenden o justifican a nuestros enemigos es un claro ejemplo de cobardía.

Y finalmente el quinto enemigo es la corrupción política y la burocracia. Mientras la clase política no sea elegida directamente por sus electores y responda ante los mismos; mientras los responsables se oculten o disfracen en una maraña de organismos, instituciones y entidades que diluyen la responsabilidad, va a ser muy difícil que los gobiernos sean valientes a la hora de tomar decisiones. La inacción tiene más rédito electoral que la acción. Faltan los líderes que miren por encima de los partidos que los eligieron o entronizaron. Nos sobran políticos que tienen más el ojo en el bolsillo presupuestario que en las verdaderas carencias y necesidades. ¿Nos va a defender del ISIS el Parlamento europeo, la Comisión Europea, los partidos políticos fortaleza, el Banco Central europeo, el tribunal de la Haya, el Tribunal penal internacional, Naciones Unidas? Toda esta burocracia está en cuestión cuando no sirve para proporcionarnos libertad, seguridad, justicia y prosperidad. Pero si no somos nosotros lo que derrotamos al enemigo, entonces vendrán los salvapatrias Trumpeando o Putineando, diciendo que la causa de nuestros males son nuestros valores y que debemos renunciar a ellos para una victoria que no sabemos al final para quién será, pero que, seguro, que no lo será para los demócratas amantes de la libertad. Que los terroristas más buscados caigan en las redes de la burocracia y se salven por la ausencia de coordinación y sobre todo de prioridad de los responsables de la seguridad, muestra que hemos creado un sistema al servicio de sí mismo y no de los ciudadanos. ¿Dónde está la dimisión de la responsable de seguridad europea después de centenares de muertos? ¿Cuándo vamos a crear un único mando antiterrorista europeo que disponga de toda la información sobre el terrorismo internacional y con autoridad inmediata sobre todas las autoridades nacionales?. Se lo estamos poniendo en bandeja a la velocidad que incrementamos el número de funcionarios en Bruselas o Estrasburgo y el único que parece que se ha dado cuenta de esto es Cameron, al que tachamos de antieuropeo simplemente por querer poner el acento en los principales problemas de la ineficiente y gastada burocracia europea.

Demasiados enemigos como para asegurar una victoria. En fin: si las cosas no cambian de forma drástica, vamos a tener un funeral por la libertad y el sueño se esfumará.

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