El movimiento de ficha que este lunes ha hecho Pedro Sánchez al convocar para el próximo 23 de octubre unas primarias, a fin de que los militantes del PSOE puedan elegir al secretario general del partido, y un Congreso Federal para los primeros días de diciembre era una baza que el actual líder socialista tenía reservada para el caso, como así ha sucedido, de que vinieran mal dadas en las elecciones vascas y gallegas del domingo.
Partamos de la base que Pedro Sánchez tendría que haber dimitido en la noche del 20-D, tras cosechar el peor resultado del PSOE (90 diputados) en unas elecciones generales desde la Transición. Si Rubalcaba se fue a su casa habiendo sacado 110 escaños, ¿por qué se fue él? Pero no lo hizo. El pasado 26 de junio todavía empeoró más el resultado (85 escaños) y no sólo no dimitió, sino que convirtió esa derrota electoral en un triunfo, al haber evitado el sorpaso de Podemos.
También este domingo tendría que haber dimitido –junto a los líderes del PSE y del PSdeG–, al haber sacado su partido su peor resultado en unas autonómicas vascas y uno de los peores en las gallegas. Según el código de Sánchez, cuando se pierde de forma reiterada no hay que dimitir, sino convocar primarias y congresos. Cuando se traspasan tantas barreras en lo relacionado con la asunción de responsabilidades políticas, ¿por qué se va a parar en barras y no implicar a la militancia, para que sea esta quien resuelva, aparentemente, el carajal socialistas?
El único que puede parar esta propuesta de Sánchez es el Comité Federal, el próximo sábado. Ese día se verá si los barones críticos son capaces de ganar una votación en la que queden desautorizados tanto el secretario general como su propuesta de primarias y Congreso antes de resolver la situación de inestabilidad institucional.
En una cosa tiene razón Pedro Sánchez: que los críticos se atrevan a dar el paso adelante, presenten un proyecto alternativo y un candidato. ¿Lo harán? No es fácil saberlo, porque a la que en condiciones normales le correspondería liderar ese sector, Susana Díaz, ya ha dado muestras más que sobradas de que lo suyo es amagar y no dar. No parece muy dispuesta a batirse en duelo en unas primarias, con un riesgo cierto de perderlas, y si no que le pregunte a Eduardo Madina; menos aún quiere ser la cabeza de cartel en unas elecciones generales que a día de hoy perdería contra Rajoy y el PP.
De momento, si Sánchez consigue que su propuesta prospere en el Comité Federal del sábado, el domingo 23 de octubre habrá primarias en el PSOE, y él ya ha anunciado que se presentará. Si consigue la victoria, tendrá ocho días para intentar formar lo que él llama un "Gobierno del cambio" con Podemos, con los independentistas catalanes y quizás con el PNV; y someterse a la investidura, porque si el lunes 31 no hay presidente del Gobierno, se convocarán nuevas elecciones generales, que se intentaría fueran el domingo 18 de diciembre, para no tener que votar el día de Navidad.
Es decir, que con ese calendario el 39º Congreso Federal del PSOE empezaría el viernes 2 de diciembre, una semana antes de que arrancara la campaña electoral. ¿No es todo esperpéntico? Se puede pensar que no mucho más que la situación que llevamos viviendo en el último año. Pero el agravante es que el esperpento ha afectado de forma muy especial al partido que ha gobernado durante veintiuno de los treinta y nueve años que llevamos de democracia.