Es una pena que los presidentes de república o de gobierno o los primeros ministros no pasen a la Historia con sobrenombres como se hacía con los reyes. Si fuera así, Suárez sería conocido como el Hermoso; Calvo Sotelo, como el Breve; González, como el Tontiastuto; Aznar, como el Serio y Rajoy… Bueno, Rajoy tiene muchos sobrenombres posibles, el Apoltronado, por cómo se aferra al cargo; el Bizco, por cómo se finge de derechas y hace política de izquierdas; el Papandujo, por lo flojo, y mil más. Sin embargo, hoy mismo se le ha descubierto una cualidad que hasta el mismísimo Marhuenda nos ha mantenido oculta, la generosidad.
De Rajoy podrían decirse muchas cosas, que controla magistralmente los tiempos, que es amigo de sus amigos, que es humilde y sabe reconocer sus errores, que tiene sentido del humor y gracejo, pero nunca habríamos dicho que le adornaba la virtud de la magnificencia. Es verdad que ha hecho ministros a muchos de sus amigos a pesar de su obvia incompetencia para el cargo, pero eso es más nepotismo que caridad. Es cierto que ha derrochado cargos entre sus fieles, pero no siendo a costa de su peculio, no puede hablarse propiamente de liberalidad. Es cierto que distribuye con largueza subvenciones, ayudas y prebendas, pero amén de que es cosa que todos han hecho con igual desprendimiento, sigue siendo altruismo ejercido con el dinero de otros.
Sin embargo, hoy sí ha sido dadivoso con algo enteramente suyo, que sólo a él pertenece y cuyo despilfarro sólo a él perjudica. No se recuerda en la política española gesto de tamaño desinterés. El propio PSOE, por lo común cicatero y mezquino con los demás, no podía creer que fuera él el destinatario de la dadivosidad habiendo hecho tan poco para merecerla. De hecho, en los países de nuestro entorno, no hay precedente de algo igual. ¿Se imaginan a Sarkozy ofreciéndose a Hollande para ser presidente de la República Francesa con los votos de los socialistas? ¿Qué pensarían si Theresa May accediera, siquiera a regañadientes, a ser primera ministra con los votos de Jeremy Corbyn? ¿Qué escándalo se produciría en Estados Unidos si Clinton consintiera que los votos republicanos la llevaran a la Casa Blanca? Ante tal demostración de generosidad por parte de Rajoy, que abnegadamente se aviene a ser investido presidente con la indeseable abstención de los socialistas, nuestro presidente ha de pasar a la Historia con el sobrenombre de el Pródigo.
Cómo será nuestro sistema político, incluidos nosotros, los electores, que éste es el caso en que nos hallamos: los socialistas se dan con los talones en el culo para ir corriendo a abstenerse, hacer a Rajoy presidente y evitar unas terceras elecciones en las que se darían un batacazo, y, frente a ellos, un Rajoy condescendiente se inclina finalmente, contra su conveniencia, a dejarse investir y renuncia a esas terceras elecciones en las que tantos votos cosecharía. Política de florete en una democracia mágica. Lo nunca visto.