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Pablo Planas

El final de la Constitución

Los nacionalistas son insaciables y, como ellos dicen, ya se han pasado la pantalla del autonomismo.

Los nacionalistas son insaciables y, como ellos dicen, ya se han pasado la pantalla del autonomismo.

El PP se ha puesto la venda antes de la herida y sus dirigentes ya plantean sin disimulo que si PSOE y Ciudadanos se ponen de acuerdo no les quedará más remedio que aceptar una subcomisión sobre la Constitución que comience a preparar los trabajos previos o anestesia preoperatoria. Y no lo dicen precisamente apenados. Se atribuye a Adenauer la frase de que "cuando los políticos no pueden gobernar, crean comisiones". Ni se imaginaba el canciller alemán en qué iba a degenerar la cosa.

El objetivo es adaptar el texto a la talla de los separatistas, cosa que entraña la misma dificultad que confeccionar un traje de chaqueta y pantalón para un unicornio verde, y además, probárselo y ponérselo. Así pues, allí donde dice que "los españoles son iguales ante la ley sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza , sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social" (artículo 14 del Capítulo II del Título Primero), se debería cambiar el redactado para dar gusto a Garganté, Puigdemont, Mas y Junqueras, entre otros, e incluir una nota diferencial en plan "los españoles son iguales ante la ley menos los catalanes, que son más iguales y mejores". Y aún así es de temer que los antedichos se opusieran al nuevo redactado porque, según ellos, los catalanes no son españoles. Fin de la reforma.

Con mucha más claridad expresa la naturaleza de la cuestión un comunicado a favor de la Constitución (como lo leen) del nuevo partido de Antonio Robles, el Centro Izquierda Nacional, en el que se afirma:

Todas las constituciones, también la española, son mejorables, pero ni es el momento ni nos llevaría a una mayor cohesión nacional en estas circunstancias. La legitimidad y apoyo que tiene ahora se pondría en riesgo innecesariamente. Si se necesitara reformar sería en sentido contrario al que demandan nacionalistas, separatistas y populistas que intentan abrir un periodo constituyente que desguazará la unidad de la Nación y romperá en mil pedazos la igualdad y la solidaridad entre los españoles.

Tal vez resulte indiciario del futuro de la Constitución el escaso entusiasmo reinvidicativo de PP, PSOE y Ciudadanos, la inexistencia de un discurso al respecto entre unos partidos que se proclaman constitucionalistas y las nulas consecuencias que su incumplimiento comporta. No es que la Constitución se pueda quemar en TV3, o que los cívicos, festivos y pacíficos muchachos del procés la rompan e incendien en la calle, sino que los patrocinadores de tales eventos se la pasan por el arco del triunfo a cada rato cuando introducen en los presupuestos una partida para un referéndum inconstitucional y de manera permanente al impedir a los padres elegir la lengua vehicular en la enseñanza de sus hijos.

Reformar la Constitución afecta a la viga maestra del periodo más largo de libertad y democracia de nuestra historia, treinta ocho años. Suena a tópico, pero es una certeza incontrovertible, como que la Tierra gira alrededor del Sol y los nacionalistas son insaciables y, como ellos dicen, ya se han pasado la pantalla del autonomismo.

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