Cuando toda España tiembla de frio no podemos dejar de pensar en las dificultades para sobrevivir que en jornadas como éstas afectan a tantos seres vivientes, tanto plantas como animales. La mayoría de ellos sabe adaptarse a los peores momentos y esperar la llegada de tiempos mejores.
Enfriarse y superenfriarse
Comencemos por el Reino animal: la mayor parte de los invertebrados terrestres, como los insectos, tienen que permanecer inactivos, en un estado de entumecimiento y en refugios tan seguros como puede ser una concavidad de una piedra semienterrada. Cuando algunos ciudadanos muy bien intencionados salen al monte para "limpiarlo", están lejos de sospechar que voltear piedras puede suponer la muerte de miles de animalillos que se protegían del frío reinante en la superficie.
Otra solución para los invertebrados terrestres de nuestras latitudes es morirse antes de que lleguen las heladas, lo que paradójicamente supone el triunfo de la supervivencia, ya que antes de desaparecer habrán dejado campo libre a la nueva generación, que perdura en forma de larvas o huevos perdurables.
En el mundo diminuto de la microfauna, las plantas y los hongos, la esporulación es una solución frecuente para superar las circunstancias ambientales adversas. Las esporas son células germinales protegidas por gruesas cubiertas que se disolverán cuando llegue el momento de incorporarse a la vida activa.
Los vertebrados
Los vertebrados -mamíferos, aves, reptiles, anfibios y peces- son capaces de adaptar su temperatura a la del entorno dentro, claro está, de determinados límites de tolerancia. A esta condición fisiológica se la llama homeotermia, y "animales de sangre caliente" a los que la consiguen.
A la homeotermia se llega gracias a numerosas adaptaciones fisiológicas y anatómicas. En primer lugar es necesario un excelente aparato circulatorio, con un potente corazón y un complejo sistema de vasos cerrados -arterias, venas y capilares-, pero esto por sí solo no es suficiente.
Los homeotermos disponen de una serie de formaciones aislantes que se forman a partir de la piel: son los pelos de los mamíferos, las escamas de los reptiles y las plumas de las aves; éstas últimas son especialmente perfectas y pueden almacenar mucho aire entre ellas cuando se erizan. No hay más que fijarse en el aspecto de bolita de plumón que toman los pájaros en los días más crudos del invierno.
Buscar buenos refugios es otra de las estrategias. Cuando la temperatura del bosque o del matorral llega a ser especialmente rigurosa en los meses invernales, sorprende la suavidad térmica que puede reinar en el interior de un arbusto de hoja perenne. Allí encuentran salvación millares de pájaros y otros pequeños animalillos.
Con nieve
Cuando el terreno se cubre de nieve cambian por completo las condiciones del juego de la supervivencia, ya que predadores y presas que en terreno seco se mantienen en equilibrio de fuerzas, pueden encontrarse con nuevas reglas que suelen consistir en que el cazador dispone de ventaja en la persecución sobre el blando terreno nevado. Si el manto nevado se mantiene largo tiempo, puede suponer la extinción de poblaciones enteras de animales perseguidos por sus depredadores.
Para los animales de metabolismo muy activo, como las aves, no encontrar alimentos en las primeras horas de la jornada por estar los vegetales cubiertos de nieve puede suponer el descenso de su temperatura corporal y en consecuencia, la muerte. En los países nórdicos, donde esta situación se prolonga durante la mayor parte del invierno, es tradicional el suplemento de comida para los pájaros por medio de bolitas de grasa con cacahuete molido colocadas en las ventanas o en los árboles del jardín.
Hojas modificadas
En el mundo vegetal las soluciones al frío son también muy variadas. Muchas coníferas suelen reducir sus hojas a filamentos a veces casi espinosos. Estas hojas modificadas se llaman acículas, y al disminuir su superficie evitan la pérdida de agua de manera similar a lo que ocurre en el mundo de los cactus.
La necesidad de ahorrar en el caso de las plantas adaptadas al frio se debe a que con las bajas temperaturas se hace más difícil la absorción de agua por las raíces, se llama a este fenómeno "sequedad fisiológica del suelo", de manera que aunque el terreno esté nevado o haya suficiente pluviosidad, el agua siempre será para los tejidos del vegetal un bien escaso.
La caída de la hoja es otra de las adaptaciones para evitar la muerte por congelación en la estación fría que se produce en muchas especies arbóreas que conocemos bien en nuestro clima. Al llegar la primavera la savia volverá a correr por los vasos interiores cuando se disuelva la sustancia que obturaba las comunicaciones entre célula y célula de estas cañerías vegetales.
De manera que todo volverá a la normalidad cuando pasen los rigores del frio. La alternancia de las estaciones es uno de los grandes atractivos de la naturaleza en latitudes no tropicales como la nuestra. En espera de que pronto renazca en todo su esplendor la actividad biológica, deseamos a todos los lectores un muy feliz comienzo de año.
También a los búhos reales, que desafiando tantas inclemencias se encuentran, precisamente ahora, en plena actividad amorosa. Así es la vida.