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EDITORIAL

Lo que va de Leopoldo López a Andrés Bódalo

Pocas veces han coincidido en el tiempo dos escenas tan reveladoras de un abismo moral. El que separa a las víctimas de la tiranía de los amigos de los verdugos.

Lilian Tintori, esposa del opositor venezolano Leopoldo López, encarcelado por el régimen chavista, ha sido nuevamente protagonista involuntaria de una imagen desgarradora en su lucha por la libertad de su marido y de todo el pueblo venezolano.

La esposa del líder del partido socialdemócrata, Unidad Popular, trataba de hacerse oír a gritos por su marido, víctima del ensañamiento encarnizado del chavismo, al que han denegado el régimen de visitas penitenciaras al que todo preso tiene derecho. La escena, además de su obvia carga emotiva, es toda una alegoría del sufrimiento de los defensores de la libertad a manos de los herederos del chavismo, la tiranía que ha arrasado a Venezuela con una intensidad, rapidez y crueldad como solo es capaz de provocar el comunismo.

Y mientras los demócratas venezolanos sufren estas vejaciones por parte de la tiranía bolivariana, sus más conspicuos alabarderos a este lado del Atlántico se deshacen en elogios hacia delincuentes y criminales de toda laya, siempre que profesen sus mismas ideas liberticidas.

El ejemplo más acabado de esta basura moral, tan característica de la extrema izquierda, es la visita de Pablo Iglesias a la cárcel donde está interno Andrés Bodalo, el matón jiennense al que la Justicia envió a prisión tras protagonizar repetidas agresiones, que culminaron con el ataque a una mujer embarazada durante una jornada de huelga salvaje.

Los presos políticos venezolanos, que los asesores podemitas ayudaron a encarcelar, tienen que comunicarse a gritos con sus familiares, privados del derecho a visitarlos. Mientras tanto, los amigos de los carceleros acuden a las prisiones españolas a rendir pleitesía a la hez de la sociedad, a cuyos peores delincuentes ensalzan como espejo de demócratas.

Pocas veces han coincidido en el tiempo dos escenas tan reveladoras de un abismo moral. El que separa a las víctimas de la tiranía de los amigos de los verdugos. El que distingue a la dignidad ejemplar de los demócratas, de la vileza encanallada de los enemigos de la libertad.

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