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Amando de Miguel

Piroterrorismo

Ha cundido la elemental metáfora de que el último huracán de incendios forestales que ha asolado Galicia y tierras próximas es una especie de terrorismo.

Ha cundido la elemental metáfora de que el último huracán de incendios forestales que ha asolado Galicia y tierras próximas es una especie de terrorismo.
Imagen de uno de los incendios que han asolado Galicia | EFE

Ha cundido la elemental metáfora de queel último huracán de incendios forestales que ha asolado Galicia y tierras próximas es una especie de terrorismo. Todo hace sospechar que, en efecto, muchos de tales fuegos son intencionados, con la peor intención. Se pierden bosques, cultivos y casas. Mueren animales y también personas. Es un desastre mayúsculo. Será menester echarle un tanto de pensamiento.

Seamos consecuentes. Califiquemos abiertamente a los pirómanos como terroristas. Sus tropelías deben pasar a ser juzgadas por la Audiencia Nacional, que no en vano es la heredera del tristemente célebre Tribunal de Orden Público de cuando Franco. No hay mal que por bien no venga.

Antes de llegar a ese final represor, convendría tratar el fenómeno del piroterrorismo con un ánimo preventivo. Puesto que se trata de una variante del terrorismo, la mejor manera de prevenirlo es a través de los servicios de información militar. Los agentes de la lucha contra estas mafias deben infiltrarse en ellas y utilizar el clásico método de las delaciones para fichar a los pirómanos. Los cuales no es que estén mal de la cabeza; suelen actuar en defensa de ciertos intereses espurios. La quema de los bosques suele beneficiar a alguien.

Antes de todo eso, no estaría mal plantearse de otra forma la lucha contra los incendios forestales. Se impone la constitución de una fuerza militar ibérica, es decir, común a España y Portugal. Las llamas a uno u otro lado de la raya con nuestro vecino no distinguen Estados ni regiones. Por tanto, no parece lógico que la tarea de extinguir incendios forestales se adscriba a organizaciones regionales. En el reciente desastre de los fuegos de Portugal y Galicia no habría estado mal que los bomberos españoles hubieran ayudado a nuestros vecinos. Por lo mismo que los de Madrid han ido en socorro de los de Galicia. Era angustiosa la escena de los pobres paisanos portugueses o gallegos echando cubos de agua a las llamas que se acercaban a sus casas.

Siempre me ha llamado la atención el hecho de que la provincia de Soria, con más pinos que ninguna otra, apenas registre incendios forestales. Hay algo en la estructura de la propiedad rural que favorece especialmente la quema de los bosques gallegos. Puede que tal factor sea común al norte de Portugal. Consultado un experto, José Luis García Valdecantos, ingeniero de montes, corrobora mi hipótesis. En Galicia predomina un sistema de propiedad de pequeñas explotaciones agrícolas y ganaderas, bosques familiares poco cuidados. El resultado es que alguien se beneficia del monte quemado. En cambio, en Soria destaca la propiedad comunal de los bosques, lo que lleva a cuidarlos muy bien. En esa provincia un incendio forestal no beneficia a nadie.

Todavía hay una causa lejana por la que durante los últimos decenios aumentan los incendios forestales en España. Simplemente, en contra de lo que muchos pudieran creer, en nuestro territorio hay cada vez más árboles. No tanto por las repoblaciones como por la reproducción natural al abandonar muchos pastizales y tierras de cultivo. Es la misma razón por la que menudean más los accidentes de tráfico en los periodos de vacaciones: en ellos hay más coches circulando por las carreteras.

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