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Zoé Valdés

Carta abierta y preventiva a Anne Hidalgo

No sabe lo que me arrepiento de haberla apoyado con mi nombre y con mi esfuerzo de escritora exiliada.

Sí, es esta una carta abierta a Anne Hidalgo, alcaldesa de París, francesa de orígenes españoles, a quien apoyé en su candidatura cuando fue a las elecciones como candidata socialista para convertirse en la primera mujer alcaldesa de París, y fue elegida frente a su contrincante republicana, Nathalie Kosciusko-Morizet. No la apoyé con un simple voto, no, además acepté que mi presencia fuese utilizada a favor de su candidatura en el Comité de Apoyo que sostuvo su opción hasta el final, un final triunfador, a pesar de ese título de "comité", que tan malos recuerdos trae a una cubana exiliada como yo, pero sobre todo a pesar de que la señora Hidalgo es de izquierdas, y yo soy un átomo libre. Pero acepté participar en su campaña porque Hidalgo había sido con anterioridad muy solidaria con las Damas de Blanco, esas mujeres familiares de presos políticos que habían sido represaliadas en Cuba, y colaboró con el homenaje que yo propuse a la Alcaldía, en épocas del alcalde Bertrand Delanöe, y que se celebró junto a varias personalidades que yo invité de la sociedad y la cultura francesas.

Anne Hidalgo entonces se posicionó del lado de los demócratas cubanos. Pero una vez elegida, y pasado algún tiempo, durante el mandato de François Hollande, tuvo a bien recibir al tirano Raúl Castro y a toda su comitiva en la Alcaldía de París, con grandes fastos y homenaje. Aquello me produjo, y quiero que ella lo sepa mediante esta carta pública, un asco insoportable. Ver al asesino de tantos cubanos entrar en esa alcaldía provocó en mí una de las decepciones políticas mayores que he debido soportar en Francia, mi país de adopción.

Pero bien, al parecer el romance de la señora Anne Hidalgo con el castrismo no se detiene ahí. Según he sabido, la Alcaldía de París acogerá, si no es que ya lo hizo –porque al encontrarme de viaje no sé a ciencia cierta si el evento se ha efectuado ya– una exposición en homenaje al argentino Che Guevara, "esa perfecta máquina de matar" cubanos (según sus propias palabras).

Cualquier excusa podría poner la señora Hidalgo frente a esta carta en la que denuncio y deploro que esa exposición promueva la figura de un asesino, un terrorista, un guerrerista (por aquello de la guerra de guerrillas), de un hombre negado y renuente a la paz, de un odiador profesional: que si la Alcaldía fue alquilada, que si ella no tuvo nada que ver personalmente, que si la libertad de expresión. Me da igual, señora Hidalgo, debió de haberse usted opuesto a ese evento si es usted una amante de la libertad, de la paz y de la vida. Pero no lo hizo y no lo hará, como tampoco se opuso a la visita de Raúl Castro a la alcaldía de todos los parisinos, entre los que me encuentro, y para colmo lo recibió usted misma con honores.

Es una pena que usted, señora Hidalgo, que tanto promueve la libertad sexual, y la libertad tout court, y es –según sus palabras– antirracista confesa, permita que un homófobo y un racista, confeso también, de la talla del Carnicero de La Cabaña, como se le llamaba y se le llama vulgarmente, Che Guevara, sea presentado como un héroe o como un santo al que el mundo debiera adorar.

Por si no se ha enterado, lo que es fácil y pudiera ocurrir, que esté usted entre los políticos tan incultos que nos gobiernan, le adjunto este enlace, donde podrá usted considerar los aspectos fundamentales del racista y del homófobo y espantoso criminal que fue Ernesto Che Guevara de la Serna.

De paso y para finalizar, no sabe lo que me arrepiento de haberla apoyado con mi nombre y con mi esfuerzo de escritora exiliada.

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