A pesar de que el PSOE ha erigido en Andalucía un régimen avasallador de fortunas, destinos y conciencias; a pesar de que el Ciudadanos de Marín ha sido cómplice de tal estado de cosas, a lo que añade una ambigüedad y un elenco de personajes poco coherentes (el propio Juan Marín pasó del PP al PSA de Pacheco, y de ahí a la fraternidad con el PSOE de Chaves y Griñán); a pesar de que Izquierda Unida nada tiene que ver, a la baja y despeñándose, con la de Luis Carlos Rejón, y a pesar de que Podemos es evidente que no puede ni contra Iglesias ni contra su manía del esperpento, las frases hechas de un marxo-trostkismo infumable y el gesto vacuo, el PP, ese partido que debió gobernar en 2012, está instalado en el horizonte de la Oposición Permanente no Revisable.
Suele decirse –yo lo digo– que el Gobierno del PSOE lleva en Andalucía el mismo tiempo o más que Franco en España (desde 1939 a 1975 hay 36 años, cuando menos los mismos que desde 1982 a 2018). Esto es, que el PP, incluyendo la AP de Fraga, en cuyas listas figuró Juan Marín, lleva en la oposición la friolera de 36 años, más de dos generaciones. En todos esos años, sólo una vez, marzo de 2012, pudo haber gobernado Andalucía, dando una oportunidad a los andaluces de haber experimentado otra manera de hacer política. En esos momentos, ningún caso de corrupción la había afectado medularmente y podía exhibir una exitosa política social de 1996 a 2004, que contrastaba con la escandalosa era Zapatero. De hecho, Rajoy ganó en noviembre de 2011 por mayoría absoluta.
Se esperaba una gran victoria del PP en Andalucía. La clase media andaluza, numerosos personajes críticos, incluso los funcionarios estaban convencidos de que era el momento del PP de un Javier Arenas al que los magos de las encuestas otorgaban la mayoría absoluta. Griñán esperaba la derrota. Pero he ahí que Mariano Rajoy, con el silencio del interesado, reventó el cambio político en Andalucía con algunas medidas impopulares dos meses antes de la celebración de las elecciones. Imposible que no fuera decidido. Imposible que no fuera voluntario. Imposible que no fuera consciente. ¿Por qué plato de lentejas o comida opípara vendió el PP su honor en Andalucía?
Desde entonces, el PP no ha levantado cabeza. Condenado a ser Oposición Permanente no Revisable – ahora con mucho menos prestigio que en 2012 debido a escándalos supinos, que no todo es culpa de Juan Manuel Moreno–, ve en las últimas adivinanzas demoscópicas cómo incluso Ciudadanos, a pesar de los muchos pesares, pero catapultado por su mérito catalán, se le acerca y asegura un Gobierno moderado y estable por muchos años a un PSOE que logra mantenerse a la distancia justa para gobernar sin Podemos. Camino de los 40 años en la oposición, el PP debe de estar cerca de algún récord Guinness sin tierra prometida a la vista. Su electorado debe estar hasta los… esos.