En cuanto el nuevo Gobierno ha enseñado su hocico por el escaparate se ha producido un seísmo demoscópico tan fuerte y repentino que cabe preguntarse si estamos ante un auténtico movimiento telúrico en el voto de la izquierda o solo ante el espejismo de un deseo. Lo único que había hecho Sánchez, hasta el momento en que se cerró el estudio de campo de la encuesta de Gad 3, fue derribar el portón de la fortaleza del poder con arietes podemitas e independentistas y tomar la ciudadela en compañía de un equipo de ministros mayoritariamente moderados y razonablemente lustrosos. La respuesta de los electores a ese gesto retórico ha sido desproporcionada.
Podemos pierde más de un millón de antiguos votantes que acudieron al llamamiento de Iglesias en el momento más desgarrador de la crisis económica. Al parecer, ahora que el panorama pinta mejor no encuentran motivo para mantener la enmienda a la totalidad del sistema. Además, ya no se les convoca para llevar a la izquierda al poder. El nuevo objetivo es ayudar a que lo conserve. Desde ese punto de vista, lo más útil es votar al PSOE. La tarea resultará tanto más sencilla cuanto más se acerque la política social del recién llegado a la que predicaba el aspirante destronado. Si ambas son propuestas intercambiables, ¿para qué debilitar a quien ya tiene la capacidad de promoverlas?
Iglesias, de un plumazo, ha dejado de tener utilidad y discurso propio. Y lo peor de todo es que ha sido él mismo, con el apoyo a la moción de censura, quien ha hecho posible que ambas cosas sucedan. No le será fácil encontrar argumentos convincentes que muevan al arrepentimiento a sus votantes prófugos. Su marcha no es fruto de un error propio (aunque la mudanza al casoplón de La Navata haya podido influir más de lo que pensamos), sino de un acierto ajeno, y por lo tanto no está a su alcance arreglar el entuerto. O Sánchez la pifia con la tijera de los recortes o los podemitas se pueden despedir para siempre de sus tránsfugas impacientes.
Pero la encuesta de Gad 3 no refleja solo la estampida del electorado de Podemos hacia las urnas del PSOE. En Ciudadanos también hay deserciones. En menor número, pero con idéntico destino. Sánchez, por el mero hecho de haber llegado a La Moncloa del brazo de Borrell, Calviño, Duque y Grande Marlaska -el cuarteto del guiño al centro- le ha arrebatado a Rivera el 15 por ciento de los apoyos que tenía en la encuesta de febrero. El dato, desde luego, no es baladí pero resulta menos dramático que el de Podemos. No solo porque la cifra de bajas sea menor, sino también porque la principal fuente nutricia de su crecimiento (la del voto que viene del PP) no se ha visto afectada en absoluto.
Los populares no se mueven respecto a encuestas anteriores a pesar de que ésta última refleje ya los primeros efectos de la desaparición del mapa político de Mariano Rajoy. De momento su salida no es suficiente para que los antiguos votantes regresen a casa. Según los expertos, hasta que no haya un nuevo líder y un compromiso programático que exprese la voluntad de una verdadera renovación no habrá manera de saber si el partido está en condiciones de recuperar el Gobierno. Aumenta su distancia sobre Ciudadanos, sí, pero solo y exclusivamente por el boquete que Sánchez le ha abierto a Rivera en el costado izquierdo.
Mientras la ecuación se mantenga en esos términos, los naranjas aún tendrán la esperanza de conservar intacto su vivero de votos por el flanco que colinda con el PP, o incluso de mejorarlo si el proceso de renovación de los populares deviene en fracaso sorayil, y quedarán a la espera de que la batalla abierta en el seno del nuevo Gobierno entre las dos almas que encarnan Borrell y Batet, en materia de resistencia al desafío separatista, se decante del lado equivocado.
De inicio, la decisión de desactivar el control previo de las cuentas catalanas, las prisas por establecer contacto directo con Torra (sin que éste haya dado síntomas de querer apearse de las demandas de autodeterminación) y la vehemencia con que Batet ha urgido la reforma de la Constitución son malos presagios para España y buenos para los intereses del partido de Rivera. La partida acaba de comenzar. Nos esperan días de emociones fuertes.