La soberanía nacional no residirá en el pueblo español. Va a residir, lenguaje inclusivo mediante, en la población española. El cambio de "pueblo" o de "los españoles" por "población" es, al parecer, una de las recomendaciones de las inclusivas. Si esto es así, donde el Préambulo dice: "En consecuencia, las Cortes aprueban y el pueblo español ratifica la siguiente Constitución", querrán poner que "la población española ratifica la siguiente Constitución inclusiva". Y será un atentado contra la historia política. No es lo mismo pueblo que población. No tiene el mismo sentido político decir una cosa que otra. En realidad, población no tiene sentido político. Pero pueblo, que sí lo tiene, es de género masculino y eso, señores, es una condena. Perpetua.
"Las mujeres no tenemos por qué reconocernos en el masculino, que además es absoluto en la Constitución", la vicepresidenta Carmen Calvo dixit. Y: "El masculino universal no engloba al femenino". Con estas reflexiones, la vicepresidenta ha lanzado un proyecto de reforma de la Constitución para librarla del masculino. "Masculino universal", perdone que le diga, es una contradicción en sus propios términos. Para el proyecto se ha pedido opinión a la RAE, pero como las inclusivas saben que está anclada en la tradición masculina, ni les va ni les viene lo que diga. Esto se hará con la RAE o sin ella. Lo ha dicho Calvo, y cuando una cualificada representante del despotismo socialista andaluz lo dice, es que va a misa.
El proyecto Calvo ha puesto a la vista un aspecto interesante. Hay mujeres que cuando ven un "el" sólo piensan en un hombre. Otras, en cambio, sólo pensamos en un hombre cuando vemos a uno. Si acaso. No tenemos la correcta perspectiva de género. Tendrán que reeducarnos o deseducarnos, porque nuestras "estructuras mentales" se han forjado en los moldes culturales y civilizatorios de siempre. Y según cuentan las que sí tienen la perspectiva, esos moldes han sido creados e impuestos por los hombres. Hombres blancos muertos, para más. El lenguaje es uno de esos patrones, uno determinante, de ahí la obsesión por acabar con él.
La correcta perspectiva de género dice que para cambiar la realidad hay que cambiar el lenguaje. O que cambiando el lenguaje, cambia la realidad. Es una creencia que comparten con los maestros de la propaganda política. Pero la cosa no es tan sencilla como quitar una palabra y poner otra. Hay feministas que aseguran que los hombres, ellos solitos, crearon el lenguaje, el pensamiento y la realidad. Hicieron todo eso, que no parece poco, para consolidar la supremacía masculina. Para ser los reyes del mambo, siempre y en todo lugar. Y esto no se arregla con pequeñas reformas que neutralicen el código sexista que el lenguaje lleva dentro desde su génesis.
La solución ya está inventada. En teoría. Según la teoría, la única manera de que las mujeres puedan liberarse de las restricciones que impone el lenguaje masculino es crear otro: el idioma de las mujeres. Las mujeres necesitan un idioma propio para poder tener una visión del mundo alternativa a la del hombre. Apúntelo Calvo para la próxima. Es la conclusión a la que han llegado ciertas feministas siguiendo hasta su delirante final la lógica del argumento de que el lenguaje, como la cultura y la realidad, es creación masculina para perpetuar su dominio.
Los marcos mentales, culturales y lingüísticos impuestos por la masculinidad dominante están tan omnipresentes como lo estaba la ideología de la clase dominante en la teoría de Marx. Pero a Marx lo acaba de revisar Zapatero: "La Historia de la humanidad no es la Historia de Marx, de la explotación del hombre por el hombre. (...) La Historia de la humanidad es la historia de la explotación de la mujer por el hombre". Pasa la vida escribiendo El Capital para que un ex presidente español te lo refute con dos frases en un curso de verano. Al dejar de creer en el marxismo, el PSOE empezó a creer en cualquier cosa.
La señora Calvo dice que las mujeres no tenemos por qué reconocernos en el masculino. Tampoco tenemos por qué reconocernos en la jerga que llaman lenguaje inclusivo. Mucho menos en el proyecto de introducirla en la Constitución. Seguramente el destrozo no llegará a término, porque para cambiar cualquier elemento, hasta una coma, necesitarán mayorías muy amplias y, si tocan ciertos artículos, tendrán que disolver las Cortes, convocar elecciones, volver a aprobar la reforma y celebrar un referéndum. Pero la pantomima le servirá al Gobierno para descalificar a los que se opongan como "enemigos de las mujeres". Entretanto, espero con impaciencia las propuestas. La ironía del asunto es que algo que querrían suprimir de la Constitución es femenino: la Nación española.Al menos, con esa excusa no podrán cargársela. Espero también que la extirpación de lo masculino llegue a los patronímicos. Cuando Carmen Calvo se haga llamar Carmen Calva, hablamos.