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Ana Velasco Vidal-Abarca

Ignominia en Alsasua

Eta quiere el control, quiere mandar, quiere continuar imponiendo su voluntad. Por las buenas o por las malas.

Eta quiere el control, quiere mandar, quiere continuar imponiendo su voluntad. Por las buenas o por las malas.
El carnicero de Mondragón, en el centro de la fotografía | Miriam Muro

El pasado domingo se desveló en Alsasua -con toda su crudeza- la verdadera situación que se vive en el País Vasco y Navarra. No fue una provocación. Fue una constatación. El odio está ahí, dispuesto a saltar contra cualquiera que ose cuestionar el pensamiento único, el status quo del nacionalismo preeminente y la docilidad sumisa de los demás. Nada se puede salir del guión si no queremos despertar la furia de los guardianes de las esencias separatistas.

Ha aflorado la falsa derrota del terrorismo. Se ha visto a las claras que el fanatismo radical, la justificación obscena del terror campan a sus anchas, sin cortapisas, y que los adláteres de Eta no toleran que nadie que no sean ellos tenga algo que decir en sus dominios. Y lo que es peor, ha quedado al descubierto que hay muchos que están dispuestos a permitirlo en silencio y se indignan ante los que desenmascaran las mentiras políticamente correctas.

Fue terrible contemplar los insultos, las amenazas, los gritos de cientos de individuos enardecidos por el odio, un odio que no sacia ni la sangre inocente derramada, como si no fuera suficiente el inmenso daño causado ya. Pero fue aún más atroz ver que allí, entre aquella muchedumbre de moral hedionda, se encontraba el asesino en serie de diecisiete personas. Y fue desolador volver a constatar que ese miserable criminal está en libertad porque el Estado de Derecho no ha sido capaz de aplicarle la pena que merecía. Fue repugnante que los españoles que acudieron a Alsasua a reivindicar la libertad, a homenajear a la Guardia Civil y a defender la integridad de la Nación, tuvieran que soportar la presencia provocadora e indecente de ese asesino, y probablemente de otros como él que también estarían allí.

Y fue demoledor comprobar que el manido "relato" que se está fabricando -como si la verdad no brillase por sí misma-, no es más que una acumulación de burdas mentiras urdidas por los que quieren lavar sus conciencias por haber desertado de la auténtica derrota del terrorismo, y por los que pretenden legitimar que tuvo una razón de ser y equiparan a los que fueron asesinados con sus asesinos.

Ahora, la verdad está al descubierto. Sin tapujos. Eta quiere el control, quiere mandar, quiere continuar imponiendo su voluntad. Por las buenas o por las malas. Y los cobardes están dispuestos a transigir con sus exigencias a cambio de una paz fingida, de una retirada pusilánime, del abandono del respeto a las víctimas y a la sociedad española; a cambio de mirar para otro lado cuando los asesinos -liberados por un Estado que no ha sido capaz de cumplir con su obligación de impartir justicia- increpen y amenacen a los españoles que defienden la libertad. ¡Qué ignominia!

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