No hay que engañarse: el resultado de estas elecciones es dramático, estamos sin duda ante una de las noches electorales más negativas de la historia reciente de nuestro país, que queda ahora en las manos de un político irresponsable, que no ha tenido problema en mentir sin tasa, en poner las instituciones a su servicio personal y en pactar con cualquier extremista que pudiese servir a sus planes a corto plazo.
Sánchez podrá seguir en Moncloa, sin duda alguna, y tiene incluso varias opciones para elegir: un gobierno con Podemos que afortunadamente no llega a la mayoría absoluta, uno con Ciudadanos que parece altamente improbable (aunque es la única suma que realmente haría un gobierno mayoritario y manejable) o, desde luego nada descartable, ser investido en segunda vuelta con los votos de los de Pablo Iglesias y, a partir de ahí, gobernar apoyándose en Podemos o en Ciudadanos según le convenga en cada momento.
El resultado promete ser catastrófico para España en el medio plazo, pero es ya un desastre sin paliativos para el centro derecha: el hundimiento del PP es un castigo durísimo cuyas razones sin duda hay que buscar en lo ocurrido desde la llegada de Rajoy al poder en 2011, pero que tampoco podemos negar que tiene que ver con una campaña que ha sido mal planteada y peor ejecutada, llena de decisiones erróneas que han ido desde la configuración de las listas hasta los temas que se ha tratado de poner sobre la mesa.
No ha sido, justo es decirlo, un problema sólo del PP: también Ciudadanos y Vox se han equivocado y, en conjunto, el centro derecha ha planteado una campaña en la que en lugar de confrontar con los verdaderos adversarios -la izquierda, el separatismo y Pedro Sánchez- se han despedazando entre ellos para, al final, repartirse sólo los restos del naufragio.
La fragmentación del espacio político ha sido un problema y, de hecho, con porcentajes de voto muy similares la suma de PSOE y Podemos tiene 19 escaños más que la de PP, Cs y Vox, pero la causa última del fracaso ha sido que los tres partidos no han logrado movilizar a prácticamente un solo votante más de los que apoyaron al PP y a Cs en 2016, a pesar de que la participación ha sido casi cuatro puntos más alta y después de todo lo ocurrido en Cataluña y de los nueve meses del desgobierno de Sánchez.
En cambio, la izquierda sí ha colocado a Vox en el centro del debate político y movilizar a sus votantes con la supuesta llegada de la extrema derecha, una táctica no menos efectiva por más que estuviese basada en groseras mentiras.
Unas mentiras y una campaña de intoxicación que han contado hasta el último día con el apoyo de unos medios de comunicación absolutamente serviles con el poder, situados en la extrema izquierda y sin ningún escrúpulo a la hora de esparcir las fake news que tanto denuncian en los demás. Las televisiones, buena parte de las radios y no pocos periódicos han vuelto a demostrar que son uno de los grandes problemas de España.
A partir de esta noche y de este resultado electoral se abrirá con toda probabilidad una época muy complicada para nuestro país. La situación puede deteriorarse tanto en lo económico -estamos a las puertas de una crisis que la irresponsabilidad de Sánchez no puede sino agravar-, como sobre todo en lo político. Y es que no podemos olvidar que el plan de buena parte de la izquierda es avanzar hacia un cambio de régimen que pase por eliminar lo que hasta ahora han sido los grandes frenos a su ambición liberticida: la soberanía nacional y la Corona.
Afortunadamente, nuestra nación ha demostrado a través de la historia una inusitada capacidad de resistencia y ahora sin duda volverá a demostrarla. Y además, en esta ocasión tenemos la posibilidad inmediata de minimizar en parte el impacto de lo ocurrido esta noche y arrebatar a la izquierda parcelas de poder muy importantes en gobiernos municipales y autonómicos en las próximas elecciones del 26M. Está claro que no va a ser fácil, los partidos del centro derecha tendrán que aprender de sus errores en tiempo récord y la campaña de intoxicación mediática va a seguir ahí, pero es una oportunidad que no debemos desaprovechar y que, ahora sí, debe exigir la movilización masiva de todo el centro derecha.