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Cristina Losada

Carmen Calvo, 'geniología'

Calvo no será una ilustrada, pero sus palabras son ilustrativas. Muestran que el mantra feminista no encubre otra cosa que un proyecto de dominio y hegemonía.

Calvo no será una ilustrada, pero sus palabras son ilustrativas. Muestran que el mantra feminista no encubre otra cosa que un proyecto de dominio y hegemonía.
La vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo | EFE

La vicepresidenta en funciones hablaba en un acto con motivo de los 140 años del PSOE. Era un acto de partido. Pero coloquial. Qué peligro tiene hablar para los tuyos con la soltura que da creer que nadie más te oye. Con el desbarre de barra de bar. Más si eres Carmen Calvo. Advirtió al principio que sólo a los socialistas se les ocurre "pensar" a 40 grados y fue premonitorio. Sacó del horno otra aportación para la antología del pensamiento.

Yo, como no daba crédito, he escuchado su intervención completa. Sufriendo el torpedeo de la ignorancia doctorada y la superioridad despótica. Sin poder decidir si lo que decía –y cómo lo decía– a modo de lección de Historia, un tótum revolútum de Revolución francesa, movimiento obrero y feminismo, era por el hábito de no saber o por el hábito de manipular. En las criaturas del aparato, en las más feroces y serviles, lo uno es virtud y lo otro, necesidad.

Pronto bajó al terreno que le es propio y dijo, en efecto, lo que las crónicas le atribuyen: "El feminismo es de todas, no, bonita (pausa y media sonrisa), no, bonita, nos lo hemos currado en la genealogía del pensamiento progresista, del pensamiento socialista". Pronunció "geniología", y está bien que lo hiciera, porque Calvo tiene una geniología que abarca desde su furioso "ni Dixi ni Pixi", cuando no entendió un dixit de un senador del PP, hasta "nuestra Constitución no recoge la igualdad entre hombres y mujeres". Y su célebre máxima sobre el dinero público: "No es de nadie".

Desde su Olimpo del feminismo Vogue, el que anticiparon las ministras de Zapatero posando entre las columnas monclovitas como Barbies, Calvo ridiculizó a las mujeres que no se someten al dominio monopolístico de su partido sobre ese mantra político que es el feminismo. Si el " no, bonita" hubiera salido de un político, tendríamos al tribunal popular feminista juzgándole. Pero lo ha dicho una de la tribu. Y ha dicho lo que piensa y lo que piensan. A 40 grados y a cero. No existe ahí tal cosa como una hermandad femenina o, como dicen con un barbarismo, sororidad. Sólo la cruda y sectaria agresividad de siempre.

Calvo no será una ilustrada, pero sus palabras son ilustrativas. Muestran que el mantra feminista no encubre otra cosa que un proyecto de dominio y hegemonía. Un proyecto que pasa no sólo por utilizar el feminismo como arma contra los adversarios, sino como medio de control político de las mujeres: aprobadas si aceptan la tutela de la izquierda, expulsadas y vejadas si la rechazan. Todo ello, impulsando legislación y estados de ánimo –o de pánico– que, en nombre de la protección, conducen a reducir la autonomía de las mujeres. Cuanto menos autonomía, mejor para el proyecto.

Sobre la genealogía del pensamiento progresista y socialista habló Calvo en términos muy genéricos, salvo por una significativa omisión. Citó a varias diputadas de las Cortes de la II República, incluso, en el colmo de la apertura, a una conservadora. Pero no mencionó a Clara Campoamor. No nombró a la impulsora del derecho de voto de las mujeres, la que lo consiguió, pese a la oposición de muchos y, en especial, de Margarita Nelken, la única mujer diputada del PSOE en aquella legislatura. Esa es la genealogía que no se lo curró.

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