Barcelona sigue ardiendo a fuego lento. El Gobierno en funciones está fuera de juego, o peor, en manos de un tal Iceta, jefe de los socialistas-secesionistas del PSC. Negar esta terrible situación, como está haciendo el PSOE, es el inicio de su descalabro electoral. Terrorismo callejero, guerrilla urbana, violencia de alta intensidad, en fin, mil formas existen para llamar a los sucesos de Barcelona, excepto decir que es un problema de orden público. El Gobierno en funciones de Sánchez, sin embargo, se obstinan en mentir. Quizá le cueste caro. El intento de golpe de Estado de los independentistas catalanes será contado de múltiples formas, pero todas tendrán un denominador común, a saber, recogerán que el actual Gobierno en funciones de España como el anterior, presidido por Rajoy, negaron que tal proceso existiera en la realidad. ¡Absurdo! Sin duda, todos sabemos que es absurda esa actitud, pero esta descarada mentira es el fundamento ideológico de los partidos políticos hegemónicos en los últimos cuarenta años.
La negación de lo evidente es la clave del discurso del PSOE de Sánchez y, por supuesto, fue el hilo directriz de las políticas del PP de Rajoy. Este último llegó a negar la existencia del referéndum catalán con parecida inteligencia a la que utiliza hoy Sánchez para reducir la guerrilla urbana de Barcelona, dirigida por los separatistas contra la unidad de España, a un problema de simple "orden público". El nacionalismo independentista catalán, más allá de los problemas de corrupción que tuviera el PP, se llevó por delante a Rajoy. ¿Veremos a Sánchez pronto fuera de la Moncloa por los mismos motivos que expulsaron a Rajoy? ¡Quién sabe! La intuición nos dice que la crisis de Cataluña, o sea de la unidad de España, le viene tan grande a Sánchez como a Rajoy. El presidente del Gobierno en funciones no controla ya ni a los de ERC, fuerza secesionista, con los que ha pactado su futuro.
Cierto es que el poderío de este Gobierno en los medios de comunicación es aplastante. Los periódicos, las televisiones y la cadenas de radio en su inmensa mayoría están al servicio de Sánchez. No menos evidente es que el Tribunal Supremo ha dictado una sentencia contra los golpistas que favorece los cambalaches de Sánchez con los independentistas catalanes. También las empresas encuestadoras, especialmente el instituto oficial del Estado, tenderán a decir que el PSOE será el partido más votado, etcétera, etcétera. En fin, todos los aparatos ideológicos del Estado se pondrán a trabajar para que el PSOE gane la elecciones del 10-N, pero nada de ello nos asegura que la gran mentira socialista, la negación del proceso golpista y su continuación violenta en la guerrilla urbana de Barcelona, triunfe el 10-N.
El temor, la inquietud y, a veces, el pánico están instalados entre los socialistas. Prueba de lo que digo es que, a veinte días de las elecciones, son pocos los analistas políticos que no contemplen que las mentiras socialistas sobre Cataluña pueden llevarse por delante a Sánchez. También su prensa más afín muestra las quiebras socialista; ayer, por ejemplo, al salir de la estación del metro de Moncloa una joven me pone en la mano un periódico gratuito. La portada es todo un epítome de la prensa de tendencia socialista. El gran titular de apertura deja claro por dónde va: "Sánchez dice que la crisis de orden público se puede alargar y pide paciencia". Debajo aparece una gran foto de portada que define, por si no había quedado claro en el titular de apertura, su seña de identidad ideológica y su apuesta a favor del PSOE: Sánchez y Grande-Marlaska charlan con un policía herido en una habitación de hospital. La foto, naturalmente, es de la agencia oficial EFE. Todo en la portada de 20 Minutos es un canto al Gobierno de Sánchez, sin embargo, un breve comentario de uno de sus periodistas estrella, en el faldón, destroza la visión idílica del gratuito: "El independentismo está roto y el constitucionalismo, también"… El constitucionalismo del PSOE quedó quebrado, en efecto, cuando Sánchez dijo que España era una "nación de naciones", y ahora ha saltado hecho añicos por el terrorismo callejero de los socios que lo llevaron al palacio de la Moncloa. Sí, los ochos días de violencia de los golpistas catalanes podrían expulsar a Sánchez de la Moncloa.
Mas, sean cuales sean los resultados electorales, Rivera tiene razón: "Si no nos unimos (los constitucionalistas) los nacionalistas nos van a comer".