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Zoé Valdés

Hermanas

Resulta notable la inmensa complicidad que existe entre ellas, cómo se miran, cómo se sonríen simpáticas.

Resulta notable la inmensa complicidad que existe entre ellas, cómo se miran, cómo se sonríen simpáticas.
EFE

Habría sido mejor tocar hoy otro tema, pues es difícil escribir acerca de la Familia Real, acerca de cualquier familia real, pero sobre la de España más. Conflictos aparte, creo muy necesario decir algunas cosas que pienso, pues estoy en mi derecho.

Habría sido más efectivo comentar sobre el Debathon entre candidatos que tuvo lugar en la TVE, o sobre las próximas (¡otras!) elecciones en España, indicando que voten hacia el futuro y no hacia el pasado. Quizás también debiera comentar el tipo de Frexit que está llevando a cabo Francia en douce, al controlar mediante cuotas la inmigración, o el Germanexit de Alemania, al controlar sus fronteras, comportándose siempre tan hipócritas ambas frente a la decisión del Brexit y sus mayoritarios votantes.

Pero decidí comentarles sobre Leonor y Sofía. Sobre las hermanas reales de España; adolescentes, que no se han prodigado mucho en público, aunque últimamente lo han hecho un poco más, debido a sus deberes: Leonor, en calidad de heredera del Trono, también como Princesa de Asturias y Princesa de Gerona, y Sofía como Infanta de España y hermana de Leonor. Resulta notable la inmensa complicidad que existe entre ellas, cómo se miran, cómo se sonríen simpáticas, y cómo durante sus presentaciones se reparten los saludos públicos para que todos salgan contentos de su asistencia. Ambas se protegen y se sostienen, producto sin duda alguna del amor que las une y de su excelente educación.

Sin embargo, ayer leí comentarios en las redes sociales. Uno de ellos apuntaba a que "Leonor no representa a España, pues ni ella, ni su padre, ni su abuelo, han sido elegidos por los españoles". Pues casi mejor, viendo la cabeza con la que eligen unos cuantos. Pero a lo que voy: Leonor no sólo representa a España, Leonor representa los buenos modales, la buena forma, la cultura, el saber estar y comportarse, de un mundo occidental al que los comunistas y sus aliados quisieran extinguir de un viaje, como hicieron ya en otras ocasiones.

Frente a los actos sumamente agresivos en contra de la presencia del Rey en Cataluña, estas dos niñas aparecieron sonrientes, asequibles, y de ninguna manera atemorizadas. El segundo discurso de Leonor, en los Premios Princesa de Gerona, fue, como el primero, en los Premios Princesa de Asturias, impecable. Una alocución sencilla, depurada, serena, firme; digna de su temperamento y de su edad. Un discurso en cuatro idiomas, porque, según se ha escrito, los habla correctamente. Pues sí, habla el catalán mejor que muchos separatistas, como es el caso de Gabriel Rufián (qué bien le va su apellido).

Leonor también habla árabe. Otro comentario de los leídos ayer se refería a este hecho: "No veo la necesidad de que la niña hable árabe". Pues yo sí. No sólo porque alrededor de 150 millones de personas en el mundo se expresan en ese idioma, además porque el árabe no es el idioma exclusivo de los terroristas islamistas, es el idioma de grandes poetas, artistas, músicos, científicos y matemáticos. También se supone que la princesa Leonor recurrió al árabe por deferencia con uno de los premiados, cuya lengua es el árabe. De modo que la niña habla árabe porque es un idioma de este planeta, al que cualquier ciudadano libre tiene acceso y derecho a aprender, y porque –no olvidarlo– también muchísimas palabras del español provienen del árabe clásico.

Otro tema que ha salido a cuento es la mención a la ecología, "está queriendo parecerse a Greta", han añadido por ahí. Falso. Es más, ojalá que no, que no pretenda parecerse jamás a Greta. No sólo Leonor: que ninguna otra niña del mundo anhele parecerse a la sueca.

Desde aquel documental en el que podíamos ver a la Familia Real en momentos íntimos, durante la comida, viendo la televisión, hablando entre ellos, se notaba ya que la alimentación de las niñas es sana y variada; desde mucho antes, sus padres han distinguido la ecología entre sus inquietudes. Insisto, Leonor y Sofía no tienen nada que ver con Greta, afortunadamente. Primero, porque son hijas de padres suficientemente responsables, no sólo con su país y con el mundo. Segundo, lo que no es nada banal, porque Greta Thunberg ha gastado mucho más en un año de extremo exhibicionismo mercantilista que Leonor y Sofía desde que nacieron. Tercero, porque la responsabilidad de Leonor es de por vida y para eso está siendo y será preparada, como lo fue su padre. La de Greta, veremos.

En cualquier caso, lo que importa de verdad es que la hermandad entre estas dos niñas, Leonor y Sofía, se percibe ejemplar, pues son protagonistas de una fraternidad que va más allá de lo natural de ser hermanas de sangre, porque son hermanas de solidaridad y comunión, cultivada y espiritual.

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