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Carlos Sánchez de Roda

Gabriel Moris

Gabriel Moris era un heroico luchador por la verdad y la justicia. No obtenía respuesta alguna, pero él insistía e insistía.

Gabriel Moris era un heroico luchador por la verdad y la justicia. No obtenía respuesta alguna, pero él insistía e insistía.

El pasado día 4 volví a ver a Gabriel Moris. Hacía tiempo que no lo veía. Me había pedido que interviniese en el acto conmemorativo del 16º aniversario del 11-M que ese día iba a celebrarse en el salón de actos del Palacio Arzobispal de Alcalá de Henares. Lo vi tan animado como siempre en su silla de ruedas. Su denodada lucha por saber quién y por qué asesinó a su hijo el 11 de marzo de 2004 había sido tan intensa que le había llevado hace años a esa situación. A su lado, como siempre, estaba Pilar, su mujer, que con enorme entereza y vigor ha sido siempre el indispensable apoyo, el sostén de Gabriel en su heroica lucha.

Nos volvimos a ver el día 11. Todos los días 11 de cada mes, y desde hace 13 años, Gabriel presidía la concentración que se celebraba en la plaza Cervantes de Alcalá de Henares en recuerdo de las víctimas del 11-M y en solicitud de nuevas investigaciones. Ese pasado día 11 ya era notorio el temor por la epidemia del coronavirus. Gabriel, sonriente en su silla, hacía gestos para que no nos acercáramos demasiado, "soy una persona de riesgo", nos decía. El acto se cerró, como de costumbre, con unas emocionadas palabras de Gabriel pidiendo, una vez más, la reapertura del caso. "No hay que olvidar lo inolvidable", nos repetía con frecuencia. Nos despedimos con toda cordialidad, como de costumbre, deseándonos todos mucho ánimo para superar la grave situación que vivimos. No podíamos imaginar que no nos volveríamos a ver.

Gabriel Moris era un heroico luchador por la verdad y la justicia. No obtenía respuesta alguna, pero él insistía e insistía. Fue testigo directo de las irregularidades cometidas en la investigación del 11-M. No es que alguien se lo contase, es que él estuvo allí, en el corazón de la trama, en el laboratorio de la Policía Científica en el que se llevó a cabo la crucial pericial de explosivos durante el juicio presidido por el juez Bermúdez. Y estuvo como protagonista. Él era uno de los peritos encargados de los análisis, y comprobó de primera mano las dudas que suscitaban las propias muestras. Y allí, junto con otros peritos, pidió insistentemente que se aportara la cadena de custodia de las muestras; denunció el lavado con agua y acetona que habían sufrido y la desaparición de esos líquidos; denunció el misterioso apagón ocurrido en el laboratorio justo en la noche que siguió a la aparición de un componente químico inexistente en el explosivo oficialmente atribuido a las bombas de los trenes, por haberse encontrado en la mochila de Vallecas. De todas esas demandas no tuvo explicación alguna. Y esa pericial, con todas esas imprecisiones, no pudo servir para demostrar lo evidente, que el explosivo de los trenes no era el mismo que el de la mochila de Vallecas. Gabriel no cesó de clamar contra una sentencia que él sabía estaba viciada por las irregularidades de la pericial en la que él mismo había participado.

Todo ello le llevó a emprender una constante campaña de denuncia de las manipulaciones de las que fue testigo y de otras que fue conociendo. Fueron constantes sus artículos en Libertad Digital; protagonizó desde entonces los actos mensuales de Alcalá de Henares; se dirigió por escrito a los tres poderes del Estado, al Gobierno, al Congreso de los Diputados y a la Audiencia Nacional, pidiendo una nueva investigación de los atentados: todas esas cartas han tenido el silencio por respuesta. Hace 7 años, Gabriel lanzó una recogida de firmas para pedir la investigación del 11-M, y la ha mantenido viva hasta ahora, reuniendo unas 56.000 firmas.

Gabriel era un hombre de bien, cabal, íntegro, luchador sin desmayo por la verdad en el asesinato de su hijo y de otras 190 personas. Se dejó la salud a chorros en el empeño y hasta se ha dejado la vida. Gran creyente, se habrá reencontrado ahora con su hijo en la casa del Padre. Y desde allí seguirán ahora luchando los dos juntos, rezarán por los que nos hemos quedado huérfanos sin él. Gabriel nos seguirá apoyando y dando ánimos para que sigamos su huella aquí en la Tierra y para que ojalá algún día podamos encontrar y enviarle al cielo esa verdad que él, con tanto ahínco, buscó.

Descansa en paz, amigo Gabriel.


Carlos Sánchez de Roda, autor de Los trenes del 11-M.

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