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EDITORIAL

Iglesias, o cómo insulta y amenaza un matón comunista

Bien está que el podemarra se haya quitado la careta y dejado corrosivamente claro que sigue siendo lo que siempre ha sido: un matón comunista.

Aún no se sabe si el líder de la extrema izquierda podemarra, Pablo Iglesias, piensa amenazar de muerte a los diputados de Vox en los términos en que lo hizo, en pleno Congreso de los Diputados, su admirada Dolores Ibárruri contra José Calvo Sotelo pocos días antes de que este fuera asesinado por milicianos socialistas, crimen que abrió las puertas a la Guerra Civil. El caso es que, también en la sede de la soberanía nacional, este miércoles el potentado comunista ha asestado una criminógena retahíla de insultos y amenazas contra los representantes de la formación liderada por Santiago Abascal, no sin antes haber reivindicado la ideología más criminal y liberticida que haya conocido el siglo XX, el comunismo, hermano de sangre del nazismo.

Que el vicepresidente de un Gobierno europeo se permita reivindicar esa ideología totalitaria mientras tacha a los diputados de un partido de impecable trayectoria democrática como Vox de "miserables, parásitos, antiespañoles e hipócritas", para finalmente lanzar un amenazante "España y nuestro pueblo, una vez más, como en el siglo XX, se quitarán de encima la inmundicia que ustedes representan", es algo que, sencillamente, no tiene cabida en una democracia digna de tal nombre, por ser propio de regímenes dictatoriales como los que tanto admira el acaudalado revolucionario por cuenta ajena Iglesias y han hundido en la miseria a países como Cuba o Venezuela.

En cualquier otra democracia, palabras como las del cabecilla podemarra habrían supuesto la destitución fulminante del indeseable que las pronunciara; pero también es cierto que tampoco hay ningún presidente democrático que, como Pedro Sánchez, tenga por aliada a una izquierda tan extrema y sañuda como la que representa Podemos.

Causa sonrojo y aprensión que, a estas alturas, un gobernante europeo tenga la desvergüenza de decir que Italia o Francia deben su democracia a los comunistas, cuando esos países fueron liberados del yugo nazi-fascista fundamentalmente por EEUU y sus aliados democráticos; a diferencia lo que sucedió en los países de Europa Central y Oriental, a los que el Ejército Rojo impuso sistemas tan totalitarios como el que regía en la URSS.

No menos patético resulta ver a un vicepresidente de un Gobierno europeo desempolvar, en pleno siglo XXI, el odio de clases para arremeter contra los "apellidos" de los miembros de un partido como Vox, la inmensa mayoría de los cuales proceden de familias trabajadoras o de clase media, como el propio Santiago Abascal o José Antonio Ortega Lara. Pero más repugnante resulta oír a un Iglesias que se ha hecho rico gracias a la política y que siempre ha vivido amorrado a la ubre estatal tachar de "parásitos" a los representantes de Vox, muchos de los cuales son exitosos profesionales que han dejado de ganar bastante dinero para dedicarse a la política: la comparación es calamitosa para los haraganes que manejan el cotarro podemarra.

En cualquier caso, bien está que Iglesias se haya quitado la careta y dejado corrosivamente claro, después de un tiempo de simulada y susurrante moderación en las formas, que sigue siendo lo que siempre ha sido: un matón comunista. A la postre, no es de extrañar que quien en su día alabó en una herriko taberna a ETA por ser "la primera" en denigrar la Constitución del 78 como una "engañifa lampedusiana", que quien afirmó que el terrorismo tenía una "explicación política", arremeta con odio criminógeno contra el partido de Santiago Abascal y José Antonio Ortega Lara, dos de las incontables víctimas de esa execrable organización terrorista comunista vasca.

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